El resto de los mortales probablemente nos estamos enterando en este mismo momento, aunque para los biólogos hace tiempo que no es ningún secreto: los árboles no son solo seres vivos sino también sociales.
Los árboles no son, tal y como tendemos a concebirlos en la actualidad,fábricas naturales de oxigeno y madera. Además de ser capaces de vivir más años que cualquier animal sobre la faz de la tierra también pueden:
1) Contar
2) Aprender
3) Recordar
4) Curar a vecinos enfermos
5) Alertarse unos a otros mediante señales eléctricas que se transmiten a través de una red de hongos conocida como la “Wood Wide Web” (que no World Wide Web).
6) Seguir regando los tocones de árboles talados con una solución de azúcar a través de las raíces para mantenerlos vivos.
O eso, al menos, es todo lo que son capaces de hacer según la versión romantizada que ha hecho Peter Wohlleben de los tecnicismos científicos que bautizan todos esos procesos.
Wohlleben es guarda forestal de profesión, pero se ha convertido en la última sensación literaria de Alemania con La vida secreta de los árboles: Lo que sienten, cómo se comunican. Hallazgos de un lugar escondido.
Con su libro, consiguió llegar a los primeros puestos de la listas de ventas, convirtiéndose en una figura mediática y cambiando la forma de ver y relacionarse con el bosque de miles de personas.
Aunque también ha levantado polémica. La comunidad científica ha cuestionado el uso libre que Wohlleben hace de palabras como “hablar” en vez de “comunicar” con la clara intención de emocionar al lector.
Sin embargo, su autor asegura que lo único que pretende es descubrirle a la gente lo maravillosos que son los árboles. Esos seres vivos “altos” por delante de los que pasamos, todos los días, sin darnos cuenta siquiera que están ahí.
En la naturaleza, aunque parezca que viven de forma independiente, lo hacen en comuna. “Trabajan” en equipo y comparten los recursos que consiguen para aumentar su fortaleza. Cuando pasea por el bosque, Wohlleben sabe detectar en pequeños detalles qué árboles son amigos o cómo otro ha dejado crecer sus ramas en determinada dirección para no quitarle la luz un tercero.
Un modo de vida que no se está teniendo en cuenta a la hora de plantar árboles de forma más espaciada para que, al recibir más luz, crezcan más rápido y puedan convertirse antes en madera.
Con este planteamiento, los cementerios ecológicos en los que se sustituyen las lápidas por los árboles cobran una belleza inusitada al saber que aquellos seres queridos, de los que se nutra el nuevo ser vivo, podrán seguir comunicándose y cuidando de otros después de muertos.
Tal vez, ahora, la próxima vez que atravieses un sendero de acacias o que arranques una naranja directamente del árbol, también seas capaz de escuchar el mensaje oculto de la naturaleza.