YouTube ha perdido gran parte de lo que lo hizo excitante en primer momento.
TĂș mismo puedes comprobarlo.
Abre Google Chrome, inicia una sesiĂłn de incĂłgnito y entra en YouTube. El modo incĂłgnito hace que no se tengan en cuentan los vĂdeos que has visionado anteriormente ni los canales a los que estĂĄs suscrito. Es decir, es como si entrases a YouTube por primera vez.
El panorama que te encuentras en la homepage es el siguiente: canales de cadenas de televisiĂłn generalista, canales de discogrĂĄficas multinacionales, canales con nombres de marcas comerciales y canales de megaestrellas mundiales. TambiĂ©n se recomiendan canales de youtubers, sĂ, pero, en el caso de España, Ășnicamente los de gente "famosa". Es decir; canales que ya cuentan con millones de seguidores.
Abre Google Chrome, inicia una sesiĂłn de incĂłgnito y entra en YouTube. El modo incĂłgnito hace que no se tengan en cuentan los vĂdeos que has visionado anteriormente ni los canales a los que estĂĄs suscrito. Es decir, es como si entrases a YouTube por primera vez.
El panorama que te encuentras en la homepage es el siguiente: canales de cadenas de televisiĂłn generalista, canales de discogrĂĄficas multinacionales, canales con nombres de marcas comerciales y canales de megaestrellas mundiales. TambiĂ©n se recomiendan canales de youtubers, sĂ, pero, en el caso de España, Ășnicamente los de gente "famosa". Es decir; canales que ya cuentan con millones de seguidores.
En la misma homepage, encontramos la pestaña âVĂdeos del momentoâ. Sobre el papel, deberĂa ser una herramienta para descubrir vĂdeos que nos pudieran interesar. Pero lo que nos encontramos son vĂdeos de los mismos canales. Todos con centenares de miles de suscriptores, y todos cortados por el mismo patrĂłn: humor grosero y ordinario, videojuegos, costumbrismo onanista y... bueno, ya estĂĄ.
ÂżPero y quĂ© pasa si no te interesan ninguna de estas tres cosas? BĂșscate la vida; YouTube ya tiene su propia cultura hegemĂłnica.
âPero puedes suscribirte a los canales que gustanâ, se podrĂa argumentar. Por supuesto. Pero si cometes el âerrorâ de pinchar en un vĂdeo de algĂșn gran canal, YouTube seguirĂĄ recomendĂĄndote vĂdeos de dicho canal aunque sea obvio que no te interesa lo mĂĄs mismo. Es decir, no te empuja a ver los vĂdeos que realmente quieres ver sino aquellos que a ellos les interesa que veas.
Puede parecer un planteamiento exagerado. Al fin y al cabo, tienes millones de vĂdeos y canales a una barra de bĂșsqueda de distancia. Pero es un sĂntoma de en lo que se ha convertido YouTube.
Ya nadie pone en duda que el contenido online ha sustituido a la televisiĂłn como fuente de entretenimiento audiovisual preferida por los mĂĄs jĂłvenes. Este trasvase de plataformas tambiĂ©n ha supuesto nuevas oportunidades de negocio. Y tambiĂ©n ha implicado que se acaben replicando los procedimientos que en su dĂa hicieron aborrecible al viejo modelo.
YouTube era la tierra de las oportunidades. Una plataforma en la que gente desconocida podĂa producir sus propios vĂdeos con pocos medios, encontrar a su audiencia y acabar convirtiĂ©ndose en una estrella. Durante años fue asĂ, y todos asistimos al nacimiento de una nueva subespecie de entertainer: el youtuber. De pronto, era posible ganarse la vida haciendo vĂdeos en Internet.
Aunque con lentitud, las grandes corporaciones mediĂĄticas empezaron a darse cuenta de que el futuro de la televisiĂłn (o, al menos, una parte importante del mismo) estaba en Internet. El ejemplo paradigmĂĄtico de ello son los 1.000 millones de euros que, en 2014, Disney invirtiĂł en la compra de Makers Studio, una red de canales de YouTube que incluye a estrellas del medio como PewDiePie, Bart Baker o EvanTube.
Cada vez hay mĂĄs dinero en YouTube y cada vez hay mĂĄs personas que sueñan en convertirse en youtubers profesionales. Dos factores que desembocan en la misma consecuencia: hoy es prĂĄcticamente imposible poder sacar adelante un canal de YouTube de cero. La Ășnica manera de conseguirlo es estar amparado por uno de los grandes nombres o dispongas de capital para hacer una inversiĂłn importante en la producciĂłn de tus vĂdeos.
Hace unos años, un estudio revelĂł que solo un 0,33 vĂdeos que se suben a YouTube alcanzan un millĂłn de visionados. Actualmente, lo mĂĄs probable es que el porcentaje todavĂa sea mĂĄs Ănfimo. Es una de las muchas estadĂsticas que ayudan a entender el abismo que separa a los grandes canales del resto de aspirantes.
El problema es que YouTube ampara y potencia esta desigualdad con un sistema de recomendaciones que solo promociona aquellos vĂdeos y canales que ya cuentan con audiencias enormes. Es decir, aquellos vĂdeos y canales que, por lo general, tienen a una gran corporaciĂłn o grupo mediĂĄtico detrĂĄs. Es lĂłgico. En estas grandes cifras es donde estĂĄ el verdadero dinero de los anunciantes. Pero pervierte la funciĂłn por la que originalmente naciĂł YouTube.
La consecuencia de ello es la progresiva uniformizaciĂłn del contenido, la caĂda de la calidad y la falta de espacio para los creadores de contenido que intentan llegar a audiencias de nicho. Por cada vĂdeo de contenido original realmente interesante, tienes que escarbar entre 50 vĂdeos de bromas, alguno de los 74 vĂdeos que sube Buzzfeed al dĂa o la Ășltima ocurrencia de alguna megaestrella televisiva como Jimmy Kimmel. ÂżCĂłmo se supone que un youtuber que intenta abrirse paso tiene que competir con Jimmy Kimmel?
Puede parecer un planteamiento exagerado. Al fin y al cabo, tienes millones de vĂdeos y canales a una barra de bĂșsqueda de distancia. Pero es un sĂntoma de en lo que se ha convertido YouTube.
Ya nadie pone en duda que el contenido online ha sustituido a la televisiĂłn como fuente de entretenimiento audiovisual preferida por los mĂĄs jĂłvenes. Este trasvase de plataformas tambiĂ©n ha supuesto nuevas oportunidades de negocio. Y tambiĂ©n ha implicado que se acaben replicando los procedimientos que en su dĂa hicieron aborrecible al viejo modelo.
YouTube era la tierra de las oportunidades. Una plataforma en la que gente desconocida podĂa producir sus propios vĂdeos con pocos medios, encontrar a su audiencia y acabar convirtiĂ©ndose en una estrella. Durante años fue asĂ, y todos asistimos al nacimiento de una nueva subespecie de entertainer: el youtuber. De pronto, era posible ganarse la vida haciendo vĂdeos en Internet.
Aunque con lentitud, las grandes corporaciones mediĂĄticas empezaron a darse cuenta de que el futuro de la televisiĂłn (o, al menos, una parte importante del mismo) estaba en Internet. El ejemplo paradigmĂĄtico de ello son los 1.000 millones de euros que, en 2014, Disney invirtiĂł en la compra de Makers Studio, una red de canales de YouTube que incluye a estrellas del medio como PewDiePie, Bart Baker o EvanTube.
Cada vez hay mĂĄs dinero en YouTube y cada vez hay mĂĄs personas que sueñan en convertirse en youtubers profesionales. Dos factores que desembocan en la misma consecuencia: hoy es prĂĄcticamente imposible poder sacar adelante un canal de YouTube de cero. La Ășnica manera de conseguirlo es estar amparado por uno de los grandes nombres o dispongas de capital para hacer una inversiĂłn importante en la producciĂłn de tus vĂdeos.
Hace unos años, un estudio revelĂł que solo un 0,33 vĂdeos que se suben a YouTube alcanzan un millĂłn de visionados. Actualmente, lo mĂĄs probable es que el porcentaje todavĂa sea mĂĄs Ănfimo. Es una de las muchas estadĂsticas que ayudan a entender el abismo que separa a los grandes canales del resto de aspirantes.
El problema es que YouTube ampara y potencia esta desigualdad con un sistema de recomendaciones que solo promociona aquellos vĂdeos y canales que ya cuentan con audiencias enormes. Es decir, aquellos vĂdeos y canales que, por lo general, tienen a una gran corporaciĂłn o grupo mediĂĄtico detrĂĄs. Es lĂłgico. En estas grandes cifras es donde estĂĄ el verdadero dinero de los anunciantes. Pero pervierte la funciĂłn por la que originalmente naciĂł YouTube.
La consecuencia de ello es la progresiva uniformizaciĂłn del contenido, la caĂda de la calidad y la falta de espacio para los creadores de contenido que intentan llegar a audiencias de nicho. Por cada vĂdeo de contenido original realmente interesante, tienes que escarbar entre 50 vĂdeos de bromas, alguno de los 74 vĂdeos que sube Buzzfeed al dĂa o la Ășltima ocurrencia de alguna megaestrella televisiva como Jimmy Kimmel. ÂżCĂłmo se supone que un youtuber que intenta abrirse paso tiene que competir con Jimmy Kimmel?
La concentraciĂłn del poder tambiĂ©n lleva a los abusos del mismo. Un ejemplo de este Ășltimo ha sido el caso del The Fine Bros, que han intentado patentar un formato de YouTube que ni siquiera habĂan inventado. Otro ejemplo son las condiciones que YouTube impuso a las discogrĂĄficas independientes cuando preparaba el lanzamiento de su servicio de streaming, amenazĂĄndolas con bloquearles de la pĂĄgina si no firmaban el acuerdo.
Por otro lado, cada vez son mĂĄs los youtubers que denuncian que YouTube les ha eliminado su canal o les ha retirado la posibilidad de monetizarlo sin motivo aparente. Todas sus quejas van en la misma direcciĂłn: YouTube estĂĄ creando nuevas normas sobre la marcha y las estĂĄ aplicando sin dar explicaciones a nadie. Muchos de los que han alzado la voz son creadores de contenido cuyos ingresos dependen de sus vĂdeos y que han visto cĂłmo se los han arrebatado sin que hubiera razĂłn para ello.
El problema es todavĂa mĂĄs sangrante si se tiene en cuenta que, en cambio, hay centenares de canales que acumulan millones suscriptores posteando Ășnicamente contenido reciclado y se les sigue permitiendo hacer negocio con ello. ÂżPor quĂ©? Probablemente, porque tambiĂ©n sea un buen negocio para YouTube.
YouTube es una plataforma de lanzamiento de muchos creadores, pero ahora se ha convertido en un lugar hostil para la creatividad. Opacidad, desigualdad, abusos de poder, concentraciĂłn de audiencia, censura, cultura hegemĂłnica... O como reza la expresiĂłn que se ha convertido en el eslogan de facto de los youtubers cabreados: Ya no es YouTube; es TheirTube.