El artista, para muchos tan heroico como los otros dos personajes, ya no tiene identidad secreta. Su nombre ha sido revelado por un estudio de la Universidad Queen Mary de Londres.
Robin Gunningham ya había sido propuesto como uno de los principales candidatos a ser el artista. Aunque la teoría de que era un colectivo de grafiteros callejeros sonaba con fuerza, una investigación periodística de 2008 ya sacaba a la luz varias pruebas que le relacionaban con Cunningham.
Sin embargo, querían estar seguros de que era él. De este modo, realizaron un estudio a través de una aplicación matemática utilizada con terroristas. Fijándose en “puntos calientes”, donde se mostraban evidencias de que podría ir con asiduidad —como un bar o domicilios en Londres y Bristol—, se ha evidenciado que la identidad de Cunningham encaja a la perfección con la del artista.
Pese a que los abogados de Banksy podrían haber hecho fuerza para que no se llevara a cabo la investigación, solo se preocuparon por el lenguaje del análisis. Consideraban que utilizar fórmulas que se aplican a terroristas podría dejar en mal lugar al arte urbano, por lo que en un principio torpedearon sus avances.
El mito, no obstante, sigue en pie. Las críticas al estudio han sido duras, ya que no han tenido en cuenta factores como la temporalidad o la autenticidad de las obras que analizaron.
Y, aunque parece más claro que nunca, no sería la primera vez que el juicio se equivoca, ya que en 2006 supuestamente fue desenmascarado como Robert Banks, de Bristol. Al no firmar sus obras y tener tantos imitadores no sería de extrañar que fuera una conclusión falsa.
Pero, de nuevo, Banksy nos deja una lección. No importa su nombre sino lo que su obra expresa.
Robin Gunningham ya había sido propuesto como uno de los principales candidatos a ser el artista. Aunque la teoría de que era un colectivo de grafiteros callejeros sonaba con fuerza, una investigación periodística de 2008 ya sacaba a la luz varias pruebas que le relacionaban con Cunningham.
Sin embargo, querían estar seguros de que era él. De este modo, realizaron un estudio a través de una aplicación matemática utilizada con terroristas. Fijándose en “puntos calientes”, donde se mostraban evidencias de que podría ir con asiduidad —como un bar o domicilios en Londres y Bristol—, se ha evidenciado que la identidad de Cunningham encaja a la perfección con la del artista.
Aunque las pruebas no terminan de ser 100% concluyentes, existe una probabilidad realmente alta. Steve Le Comber, uno de los autores del estudio, lo explicó en la BBC: “Me sorprendería mucho si no se tratase de Cunningham. Con nuestro estudio creíamos que íbamos a tener a diez posibles sospechosos de los que no sabríamos identificar cuál es el real. Sin embargo, rápidamente se evidenció que solo existe un sospechoso. Aunque tampoco es nada nuevo, si se busca en Google 'Banksy' y 'Cunningham' se obtienen más de 40.000 resultados'”.
Pese a que los abogados de Banksy podrían haber hecho fuerza para que no se llevara a cabo la investigación, solo se preocuparon por el lenguaje del análisis. Consideraban que utilizar fórmulas que se aplican a terroristas podría dejar en mal lugar al arte urbano, por lo que en un principio torpedearon sus avances.
El mito, no obstante, sigue en pie. Las críticas al estudio han sido duras, ya que no han tenido en cuenta factores como la temporalidad o la autenticidad de las obras que analizaron.
Y, aunque parece más claro que nunca, no sería la primera vez que el juicio se equivoca, ya que en 2006 supuestamente fue desenmascarado como Robert Banks, de Bristol. Al no firmar sus obras y tener tantos imitadores no sería de extrañar que fuera una conclusión falsa.
Pero, de nuevo, Banksy nos deja una lección. No importa su nombre sino lo que su obra expresa.
