Cuando algo se rompe, se rompe y listo. 

No hay forma de arreglarlo sin correr el riesgo de cortarse, o de astillarse, o magullarse, o enredarse en los trozos sueltos. 

También hay cosas que se rompen y que son irreparables, por el tamaño de la estructura y sus complicadas partes, o por su condición intangible “no lo podés tocar, pero de igual manera se rompe”

Las cosas que no se rompen nunca, es porque no son verdaderas. Todo está propenso a romperse, si te ponés a pensar... ¿qué sería del principio sin el fin? 

Cuando una cosa se rompe, la sustituimos por otra de igual o mayor tamaño, y también están los inconformes que analizan que si adquieren una más pequeña que la anterior, o de menor valor, en el supuesto caso de la ruptura, la perdida será casi mínima, entonces prefieren no arriesgarse y listo, se quedan con lo pequeño, con lo fácil. Pero mayormente se experimenta el caso contrario, y somos ambiciosos, y queremos algo mejor, para que si vuelve a romperse lo haga con ganas, y entonces nos aferramos a la experiencia anterior y pensás – bueno, si ESTO se rompió, cuando se rompa lo OTRO estaré mejor preparado -. 

Claro, hay que ser un poco valientes y confesarse: no siempre es fácil deshacernos de los pedazos, y aunque ya no sirvan, aunque no representen absolutamente nada, muchas veces seguimos durmiendo así, abrazados a los fragmentos de lo que fue y que, a pesar de lo que quisiéramos, jamás volverá a ser...

Pero nos recuperamos, seguro que sí, y volvemos brillantes con algo nuevo que en el futuro también se romperá, pero en ese preciso instante no lo vemos, inclusive llegamos a soñar que estamos a salvo, pero la realidad es otra. 

Otras tantas veces lo rompemos todo – o casi todo – adrede. Queremos escapar de la rutina de verlo todo tan bien, tan en orden, tan perfecto... Entonces lanzamos algo al suelo, y sin darnos cuenta todo comienza a venírsenos encima, y nos sepultan miles de pedazos que buscamos, aunque lo neguemos. Pero eso no es lo más grave, porque si te ponés a reflexionarlo, dicho derrumbe no dura más de un par de días, o un par de semanas, o de meses, o de años

El verdadero problema es unificarnos de nuevo, entender que: está roto! y dejarlo así. Somos algo cabeza duras con esto. Pero tarde o temprano esa dureza también se romperá y seremos como Gelatinas Ambulantes: flexibles e irrompibles, al menos a simple vista.

Tenemos ese derecho.

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