Llega el viernes y antes de salir corriendo de las aulas, una profesora catalana pide a sus alumnos un Ășltimo deber: que escriban en un folio a quiĂ©n quieren tener por compañero de mesa la semana siguiente.

Deben escribir cuatro nombres. Lo que pongan serĂĄ secreto. Se trata de un ejercicio anĂłnimo.

Aunque les advierte de que no sabe si podrĂĄ conseguir satisfacer todos esos deseos, les dice que lo va a intentar.

El resultado: un registro estadĂ­stico de niños y jĂłvenes que nunca aparecen en ningĂșn folio. Aquellos que nadie ve, o que estĂĄn aislados. Los solitarios. Los marginados.

La profesora del Vendrell, que estå a punto de jubilarse y ha querido mantener su anonimato en la red, puso en pråctica este truco en 1999, año en que tuvo lugar la matanza de Columbine, en Colorado.

Dos alumnos mataron a disparos a 12 de sus compañeros y a un profesor. Por entonces ella interpretó el crimen como una venganza fruto del odio que genera el acoso escolar.

En esencia, este sencillo truco le ha servido para detectar tendencias: ademĂĄs de ayudar a detectar de forma precoz posibles casos de bullying, es Ăștil como barĂłmetro de los sucesos importantes que pueden tener lugar fuera de la vista de los profesores.

¿Por quĂ© hay nombres que desaparecen de pronto, y a la inversa?

Una carta anónima en forma de juego sirve para ayudar a muchos jóvenes, antes de que los daños sean mayores. Como dijo Oscar Wilde: "Dale una måscara a un hombre y te dirå la verdad".




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