Fue una de las villanas más temibles y sanguinarias del Holocausto nazi. Su sadismo alcanzó tal grado de intensidad que acabó siendo conocida como "la zorra de Buchenwald".

Ilse Koch nació en Dresden (Alemania) en 1906. Su infancia y adolescencia fueron tremendamente normalales y a los 15 años empezó a estudiar contabilidad en un país destrozado económicamente tras la Primera Guerra Mundial.

En la década de los 30, se unió junto a sus amigos al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Quería que Alemania fuera grande de nuevo. Adolf Hitler era su esperanza, el líder capaz de devolver el esplendor a su país.

Dentro de los ambientes del partido, Ilse conoció a su futuro marido, Karl Otto Koch, que en 1937 fue nombrado comandante del campo de concentración de Buchenwald, uno de los primeros y más grandes campos abiertos por los nazis.

Parapetada tras el poder de su consorte, Ilse vio su oportunidad de dejar de ser una niña buena y convertirse en el terror de los prisioneros. Pronto se ganó, a fuerza de sus actos, la reputación de ser una de las nazis más temidas del campo.

Su primera orden fue la de construir un campo de deportes en el interior de Buchenwald en el que pudiera montar a caballo. Pero no lo hizo simplemente por sus ganas de evasión o su interés recreativo. También se paseaba a lomos de un corcel por el campo dando latigazos a los prisioneros a su antojo.

Los sobrevivientes de Buchenwald narraron años más tarde en un juicio la manera en que Ilse disfrutaba especialmente viendo cómo los niños eran enviados a la cámara de gas. Pero, su crueldad no quedó ahí. En los Juicios de Nuremberg se descubrió que la esposa del comandante tenía en sus dependencias todo un alijo de objetos realizados con piel humana.

Pantallas de lámparas, cubiertas de libros y hasta guantes fueron, supuestamente, confeccionados con la piel de los prisioneros que eran desollados antes de ser enviados a los hornos crematorios. Todo por orden de Frau Koch.

Según las declaraciones de testigos, durante sus paseos en caballo Ilse seleccionaba a los prisioneros aptos para sus obras. Los que más le gustaban eran todos aquellos que tuvieran tatuajes distintivos sobre la piel. Los funcionarios del campo se ocupaban luego de hacerle llegar aquellas muestras de piel.

Ella y su marido fueron arrestados en 1943 por haber cometido torturas y asesinatos por su cuenta. Por lo visto, cualquier castigo debía ser aprobado primero por la oficina principal de Oranienburg y los Koch no informaban de ellos a sus superiores.

El comandante fue condenado a muerte pero su mujer fue absuelta debido a la falta de pruebas.

Los investigadores no pudieron probar de forma inequívoca y concluyente que los objetos encontrados en su residencia dentro del campo estuvieran realmente hechos de piel humana.

Las pruebas de ADN realizadas resultaron contradictorias. Unas decían que sí, otras que no.


Tras la liberación de Buchenwald en 1945 la opinión pública volvió a pedir un nuevo proceso judicial. En 1947 fue llevada ante un tribunal militar. En el estrado, Ilse hizo una confesión sorprendente: estaba embarazada de 8 meses.

En todo ese tiempo no había tenido contacto con ningún hombre excepto con los interrogadores estadounidenses, muchos de ellos judíos.

A pesar de su embarazo, Ilse fue condenada a cadena perpetua acusada de participar en un plan criminal para ayudar, instigar y participar en los asesinatos de Buchenwald.

Su hijo, al igual que el primero que tuvo con su marido, fue enviado a un orfanato.

Dos años después de su condena, su sentencia fue reducida a cuatro años por el general Lucius D. Clay, que aseguró que no había pruebas convincentes de que los artículos de piel fueran realmente de origen humano.

La reducción de la pena horrorizó a la sociedad y fue detenida y sometida a juicio de nuevo en 1950.

En aquel tercer proceso participaron 250 testigos. Cuatro de ellos declararon haber visto como Ilse seleccionaba específicamente a sus víctimas por sus tatuajes.

Koch fue de nuevo condenada a cadena perpetua. Durante el tiempo que pasó en la cárcel solicitó varias veces apelaciones y reducción de condena. Incluso se quejó a la Comisión Internacional de Derechos Humanos. Sus apelaciones fueron rechazadas.

En 1967 Ilse Koch acabó suicidándose en prisión.

Los objetos realizados con piel humana nunca fueron recuperados.

Sin embargo, el escritor Mark Jacobson encontró a un hombre que tras el huracán Katrina compró en una subasta una pantalla de lámpara de origen nazi.

Las primeras pruebas de ADN determinaron que fue hecha con piel humana. Todas las realizadas después determinaron que probablemente fuera de vacuno.

Al final, el misterio de los objetos de piel humana es un secreto que "la zorra de Buchenwalk" se ha llevado a la tumba.





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