El cantante de ópera Nick Allen visitó la Antártida, y no pudo vencer la tentación de saber cómo sonaba su voz en medio de la inmensidad blanca.
Sin embargo, los lugareños -un nutrido grupo de pingüinos, rigurosamente vestidos de frac ¿para la ocasión?- no apreciaron demasiado el regalo musical del artista.
En cuanto Allen se lanza a cantar, los pájaros vuelven grupas e inician una veloz retirada, que desata la hilaridad del desairado vocalista.
