Seguro que alguna vez te has visto ante un test parecido a este:
Puntúa del 1 al 4 las siguientes afirmaciones, en función de lo poco o mucho de acuerdo que estés con lo que se afirma.
1. En líneas generales, estoy satisfecho conmigo mismo.
2. A veces pienso que no soy lo suficientemente bueno.
3. Pienso que tengo muchas cosas de las que estar orgulloso.
4. A veces me siento inútil.
5. Soy capaz de hacer las cosas tan bien como la mayoría de la gente.
Hasta hace no tanto, afirmaciones como estas eran la base para evaluar la autoestima de cualquier persona. Si tus respuestas demostraban un amor propio a prueba de bombas, entonces la sabiduría de las ciencias sociales predecía que estaba ante una persona bien ajustada, limpia, cabal y hasta sobria. Si por contra titubeabas...
… entonces estabas abocado al extravío social.
Hasta hace no tanto, una autoestima alta se consideraba esencial para el bienestar de la persona. Una autoestima flaca, por contra, era un camino directo a los infiernos de la depresión, las malas compañías, las drogas, el crimen, y hasta el terrorismo.
Vale, quizás exageremos. Pero la hipérbole nos sirve para dar a entender cuán simplista y determinista era el análisis.
La autoestima se postuló como la gran “vacuna contra las enfermedades sociales”, desde los embarazos indeseados al abuso de sustancias. Pronto se demostró que la cuestión es mucho más compleja que eso.
Kristin Neff, profesora de psicología de la Universidad de Texas, considera que esa 'cultura de la autoestima' que llega hasta nuestros días, esa tendencia al ego inflado, es un camino equivocado y esencialmente inútil.
No hay nada malo en tener confianza en una mismo, nos dice Neff. El problema es la manera en la que tratamos de empujar hacia arriba nuestro amor propio. Porque a menudo ese proceso implica socavar la autoconfianza de otros, comparar nuestros logros con lo de quienes nos rodean. Y eso, opina Neff, puede llevarnos al peor de los narcisismo, o a la depresión cuando las cosas vienen mal dadas.
Frente a eso, ella propone otro camino: la autocompasión. O dicho de otro modo: tratarte a ti mismo como tratarías a tu mejor amigo.
Neff profundiza en esa idea en una reciente y extensa entrevista con Olga Khazan para The Atlantic. Lo que sigue a continuación son extractos de algunas de sus respuestas.
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“Creo que, por culpa del movimiento que ha venido promoviendo la autoestima alta, la gente ha acabado creyendo que la clave principal para una buena salud psicológica es la autoestima. Psicólogos como Jean Twenge y Keith Campbell nos han mostrado que ese énfasis en la autoestima nos ha dejado una generación de narcisistas. Creo que esa idea sigue estando presente en la cultura, especialmente entre padres y educadores”.
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“Especialistas como Jenny Crocker nos dicen que debemos detener la costosa búsqueda de la autoestima. El problema no es tener una autoestima alta, es perseguir tenerla, algo que a menudo se basa en sentirse especial, por encima de la media, o mejor que los demás. La mejor manera de mirar al problema de la autoestima alta no es preguntarse si la tienes o no la tienes, sino qué es lo que haces para conseguir tenerla. Ahí es donde aparecen los conflictos”.
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“Cuando persigues tener una autoestima alta con demasiado ahínco, entonces te conviertes en un narcisista. Y todos sabemos que los narcisistas tienden a tener problemas con las relaciones, apartan a la gente de su lado, así que, definitivamente, el narcisismo trae consigo unas ciertas consecuencias de inadaptación”.
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“El problema es que estamos comparándonos con otros constantemente. Intentamos impulsarnos hacia arriba, por encima del resto. Todos tenemos lo que se conoce como el sesgo de beneficio propio, nos percibimos a nosotros mismos como mejores que la media en casi cualquier característica valorada culturalmente. Existen numerosas investigaciones que muestran que el bullying está en buena medida causado por esta búsqueda de una autoestima alta; el proceso de sentirse especial y mejor-que”.
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“La autoestima está supeditada a tres factores fundamentales. Uno de ellos es la aprobación de pares o aprobación social. Me refiero a lo que los otros chicos en la escuela o la gente de mi trabajo piensa de mi, lo cual es una fuente de información terrible, porque a) esas personas no te conocen demasiado bien, y b) rara ves puedes saber lo que realmente piensan de ti”.
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“El verdadero problema con la autoestima es que solo es posible cuando tenemos éxito. Pero cuando fallamos, la autoestima nos abandona, y es en esos momentos cuando más la necesitamos. Algunos especialistas argumentan que esa inestabilidad de la autoestima, ese inevitable subir y bajar, es mucho más dañino que la autoestima en si misma”.
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“Frente a la autoestima, deberíamos trabajar la autocompasión. Significa tratarse a ti mismo con el mismo tipo de amabilidad, cuidado, compasión, con la que tratarías a aquellos quienes te importan; tus buenos amigos, la gente a la que amas".
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“Un componente de la autocompasión es la bondad para con uno mismo. Puede parecer obvio, pero también conlleva un reconocimiento de la humanidad común. En otras palabras, el entendimiento de que todos somos imperfectos, y de que toda la gente tiene vidas imperfectas. A veces, cuando fallamos, reaccionamos como si algo hubiera salido mal, algo que no debería haber pasado. Tenemos esa sensación, 'esto no debería estar pasando', como si todo el resto del mundo estuviera viviendo una vida perfectamente feliz, sin problemas. Esa forma de pensar nos causa un montón de sufrimiento, porque la gente se siente aislada y separada del resto de la humanidad”.
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“Cuando tenemos autocompasión, en el momento en el que fallamos ya no es 'pobre de mí', sino 'bueno, todo el mundo falla a veces'. Todo el mundo batalla con la vida. Eso es lo que significa ser humano. Y eso altera radicalmente la manera en que nos relacionamos con el fracaso y la dificultad. Cuando decimos, 'Oh, esto es normal, esto es parte de lo que significa ser un ser humano', eso abre la puerta a que podamos crecer a partir de nuestra experiencia. Si sentimos que esto es anormal, que no debería estar pasando, entonces es cuando empezamos a culparnos”.