Oráculo
En la antigüedad romana y griega, si querías saber la respuesta a una interrogante que te inquietaba sobre el porvenir, solo tenías que preguntar a los dioses paganos; pero no podías hacerlo directamente. Los únicos que tenían línea directa con las deidades supremas eran los sacerdotes y las pitonisas facultados para la tarea. Se podía preguntar de todo; desde quién sería ganador en una guerra, a ver si la declarabas o no, hasta si la mujer con la que ibas a casarte siempre te sería fiel. Tanto la respuesta que daban los dioses como el templo donde se realizaba la consulta reciben el nombre de oráculo.
Profecía
En este caso, el anuncio sobre lo que estaba por venir lo realizaba un profeta, según sus propias palabras, inspirado por Dios. Los profetas avisaban sobre hechos de gran entidad por producirse, pero no eran consultores disponibles para responder preguntas sobre el futuro de los particulares. En la tradición judeo-cristiana, los había mayores y menores. Los profetas mayores fueron Jeremías, Ezequiel, Isaías y Daniel. El del Islam fue Mahoma.
Adivinación
El oráculo solo estaba disponible para la gente de poder y sus principales relacionados. Pero la gente común, que no tenía acceso a la operadora del teléfono con los dioses, también tenía preguntas sobre su futuro. Los economistas dicen que toda demanda genera inmediatamente su propia oferta. La adivinadora fue la respuesta a esta necesidad y son variadísimos los métodos de adivinación.
Echar las cartas
Seguro que has visto, aunque solo sea en el circo, a esa mujer de ropa colorida y cabellera tupida que te adivina el futuro según las cartas que van saliendo de una baraja. Las hay tan hábiles, que con preguntas inteligentes, «adivinan» primero el pasado, de manera que tengas plena confianza en lo que dirán sobre tu futuro. El tarot es uno de estos medios más conocidos.
Quiromancia
Las líneas de las manos son únicas en cada ser humano. De hecho, la piel de los extremos de los dedos, de donde se toman las huellas dactilares, es una prolongación de la de la palma de la mano, donde está el mapa que supuestamente tiene las calles y avenidas que conducen al futuro de cada uno. En un mundo tan abrumado por lo comercial, nos imaginamos que en algún lugar podrás hacerte simultáneamente una quiropedia y una quiromancia. Le confías tus pies al técnico y tus manos al adivino...
Oniromancia
El sueño —la representación de imágenes mientras se duerme— perturbó intensamente al hombre primitivo. Una especie de vida que en realidad no se vive. La oniromancia es el arte de la adivinación mediante la interpretación de los sueños. Suponemos que es mejor que no sean pesadillas.
Hieroscopia
Fue inventada por los etruscos por lo menos 500 años a. E. C. Consistía (¿o consiste?) en degollar un animal y examinar sus vísceras para ver qué decían sobre el porvenir. Había que saber «leer» hígados, páncreas y entrañas en general. Repugnante, ¿verdad?
Lectura de los pozos de café
Te tomas un café y el residuo deja un dibujo en el fondo que es un informe sobre tu futuro. Con seguridad recuerdas la película de Harry Potter con una escena como la descrita.
Astromancia
Es el método predictivo más popular en la actualidad. Diarios, portales, emisoras de radio y de televisión; en todas partes está el horóscopo, que es lo que podrías esperar de acuerdo con tu signo zodiacal y con la posición de los astros.
El momento de la muerte
La emisión del último suspiro siempre fue un momento sobrecogedor. De allí a asociar las últimas palabras de un moribundo a un augurio no hubo más que un paso. Podemos haber llevado una vida de lo más común, pero quizá en el momento culminante de la muerte nos convirtamos en profetas. Siempre tratamos de respetar la última voluntad de un fallecido, aunque a veces cueste por no tener mucho sentido o por no convenir. Cuenta Francisco Herrera Luque en su novela histórica En la casa del pez que escupe el agua, que en trance de muerte, la madre del dictador venezolano Juan Vicente Gómez pidió a su hijo que liberara los presos políticos y el tirano aceptó la petición materna. Al ver que no cumplía su promesa, uno de los hijos de Gómez le recordó lo grave de su incumplimiento y el presidente respondió: «Lo importante era que muriera creyéndolo».
