Gaucho con boleadoras
En Argentina, Paraguay y Uruguay la palabra "boludo" es de uso corriente.  Usada como adjetivo para referirse a un tonto, a un necio, o, dependiendo del contexto, utilizada también para llamar la atención de otra persona "¿qué haces boludo?", o para referirse a alguien con los testículos bien grandes.

Pero, ¿cuál es el origen de la palabra boludo?

Según algunas fuentes, la palabra boludo fue un invento realizado a partir de una afirmación del general José de San Martín. “Si queremos independizarnos de España, no basta con tener nuestro propio gobierno, debemos tener nuestro propio insulto”, dijo el libertador. Dicho y hecho: la palabra escogida fue ‘boludo’, atribuida a Manuel Belgrano, quien al intentar usar una boleadora -arma arrojadiza- que le regaló un indígena se golpeó a sí mismo y dijo “mierda, quedé boleado”.

La palabras "pelotudo" y "boludo" están reconocidas por la Real Academia Española como términos referidos a una persona "Que tiene pocas luces o que obra como tal", entre sus significados. 

Otra teoría del origen de estas palabras las sitúa naciendo en las guerras de la Independencia argentina, cuando los gauchos peleaban contra un ejército de lo que en aquella época era el Primer Mundo: el español. 

Frente a semejante poderío, lo gauchos montoneros, de calzoncillo cribado y botas de potro con los dedos al aire, sólo tenían para oponerles pelotas (piedras grandes con un surco por donde ataban un tiento) y facones (a los que algunos amarraban una caña tacuara para improvisar una lanza precaria). Pocos tenían armas de fuego: algún trabuco naranjero o arma larga desactualizada.

¿Y entonces cuál era la técnica para oponerse a semejante maquinaria bélica como la que traían los realistas?
Boleadoras

Los gauchos formaban en tres filas. La primera era la de los "Pelotudos", que portaban unas pelotas de piedra grandes amarradas con tientos. La segunda, era la de los "Lanceros", con facones y tacuaras. Y la "Tercera" la integraban los "Boludos", con sus boleadoras y bolas.

Cuando los españoles cargaban con su caballería, los "Pelotudos", haciendo gala de una admirable valentía, los esperaban a pie firme y les pegaban a los caballos en el pecho, que de esta manera rodaban y desmontaban al jinete, provocando la caída de los soldados que venían atrás.

Los "Lanceros" aprovechaban esta circunstancia y apuñalaban a los caídos.

Finalmente, los "Boludos", los rematan en el piso a pura boleadora.

Luego, allá por 1890, un Diputado de la Nación aludiendo a lo que hoy llamaríamos “giles” (gilipollas en España), dijo que no había que ser "tan pelotudos" en referencia a que no había que ir al frente y hacerse matar.

Esta fue la doble acepción que se le dio al término: 1º, aguerrido: 2º, estúpido. Con el tiempo se sumó a esta última clasificación la palabra boludo y el imaginario popular lo fue incorporando como al que los genitales grandes le impedían moverse con facilidad.

En las dos últimas décadas, reemplazando a otros modismos de nuestro dialecto cotidiano, las generaciones más jóvenes vienen intercalando cada dos o tres palabras un "boludo" o un "pelotudo", a veces por nada, a veces como respuesta, y a veces en lugar de decir “querido”. Vale decir, son términos de uso múltiple que todavía tienen algo del sentido original.

Hay otras versiones, como la de la semióloga María Mensi, para quien ‘boludo’ procede de ‘bolo’, que en griego significa ‘balón’; es decir, algo que rueda y es manipulado por quien le da impulso y lo hace rodar. En su opinión, el término fue evolucionando hasta su forma actual, empleada para calificar a alguien que se deja patear como si fuera una pelota.

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