Confiésalo: tú también miras la duración de una película antes de entrar en la sala o comenzar el visionado en tu casa. Probablemente hagas lo mismo cuando alguien te invita a verla debajo de una manta y con unas palomitas o un refresco al lado. Quieres saber si se te hará corta, si te dormirás, si necesitarás levantarte para ir al cuarto de baño o si llegarás a tiempo a la cena que tienes después. Nuestros antepasados también querían saber la duración de una película, pero ellos usaban otros métodos más rudimentarios y sorprendentes: se servían de los metros de celuloide de una bobina.

Los anuncios de la cartelera de los periódicos de la época nos muestran que el tamaño importaba, y no precisamente el del número de minutos. En 1961, un artículo periodístico publicado en ‘La Vanguardia’ defendía que las películas no habían de superar los 3000 metros. De hecho, lo ideal serían los 2700 metros, o traducido a nuestra forma de ser cinéfila 90 minutos (a razón de 30 metros de película por minuto). Una duración estándar que no empalaga: “Una película, si no es muy buena, después de hora y media empieza a cansar. Aquí las piezas de teatro duran dos horas. En otros países duran más. Aquí, si se alargan más de dos horas, cansan”.

Era tan importante saber el número de metros que la cartelera de los periódicos incluía una información que ahora estaría muy de sobra, entre otras razones por las salas digitales. También en ‘La Vanguardia’, pero en el año 1917, nos encontramos con una información sobre el Salón Cataluña, que iba a estrenar la película italiana ‘La culpa’. El periódico lo definía como una “obra magistral de la cinematografía, hermosa filigrana de arte insuperable, la más grande y sublime creación de la reina del cinema Pina Menichelli”, una de las actrices más importantes del cine mudo del país de la bota y que se convirtió en una musa internacional. Pero vamos a lo que nos interesa: ¿cuánto duraba? 1500 metros.

No es la única película proyectada en el Salón Cataluña de la que sabemos su duración ‘métrica’. Allá por aquel enero de 1917, en un tal cine Eclipse, se exhibía ‘Flor del loto’, una “preciosa película que duraba 1800 metros”. Suponemos que cada uno de los interesados haría sus cálculos para comprobar si les casaba con otros planes.

Pero que nadie vea en esto una táctica comercial. Se trata en realidad de una vieja costumbre que tiene su explicación en los primeros años del cine y en los pioneros que lo construyeron.

Una vez que el material se rodaba, se trasladaba a la sala de montaje con el objetivo de quedarse con las mejores tomas y empezar el proceso de corta y pega que daría resultado a la película final. Era entonces y no antes cuando las películas se medían: 16 fotogramas de película de 35 milímetros (el formato más utilizado en la historia del cine) representaban un segundo de película muda. Las películas sonoras representan 24 fotogramas por segundo, debido a que los proyectores van más rápido (por eso algunas películas antiguas parecen ir a cámara rápida).

Con el tiempo, la industria descubrió que era una unidad de medida muy práctica para su trabajo. Una bobina de película de 35 milímetros podía medir unos 305 metros, unos 11 minutos de película. Además, los últimos metros estaban marcados para destacar que el rollo estaba terminando, por lo que el proyeccionista estaba avisado para tener preparado el siguiente. Midiendo el diámetro de un rollo se puede averiguar aproximadamente cuántos metros hay y, por tanto, la duración en minutos de dicha bobina. 4 pulgadas (10 centímetros de diámetro) son unos 100 pies (unos 30,4 metros), 5 pulgadas (12,7 centímetros) son 200 pies (60,9 metros)… y así sucesivamente:

También con el tiempo, el concepto de metraje fue más allá de los metros de película y sirvió para clasificar las películas según su duración, bien fuera de rollos de película o de tamaño en soporte digital. Así, un cortometraje es una película de menos de 30 minutos. Un mediometraje, de 30 a 60 minutos. Y un largometraje, más de 60 minutos. Sin embargo, los límites son difusos y hay quien considera que el mediometraje se podría extender hasta los 75 minutos o el cortometraje a los 40 minutos.

Como curiosidad, el escritor español Enrique Jardiel Poncela, que trabajó en el Hollywood en los años 30 del siglo XX, escribió una obra de teatro llamada ‘El amor solo dura 3000 metros’. Exacto, algo tenía que ver con el cine: era una sátira del sistema de estudios estadounidenses y una crítica a la corrupción que campaba por esos lares.

En cualquier caso, hace tiempo que dejamos de parecer sastres, todo el tiempo con la regla para medir, y ahora las películas nos atraen o nos levantan suspicacias con su mera duración en minutos. Suficiente para abrazarlas o repudiarlas en vez de calcular con metros y centímetros. Solo faltaba que se hiciera con varas y celemines.





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