Con suficiente frustración, es normal y sano enojarte. Pero para una pequeña parte de la población – aproximadamente el 7% según estas cifras del Instituto Nacional de Salud Mental de E.U.A.- su propensión a salirse de sus casillas es tan grande que puede ser diagnosticada profesionalmente como ‘Trastorno Explosivo Intermitente’ (TEI).
El trastorno se caracteriza por episodios desproporcionados de furia, con la intensidad de respuesta siendo muy superior de lo que la provocación generaría. Si alguien que conoces es propenso a la furia tras el volante, el abuso doméstico, aventar o romper objetos u otro tipo de berrinches, la Clínica Mayo dice que podría tratarse de TEI.
Y de acuerdo a un nuevo estudio de la Universidad de Chicago, también podrían tener cerebros predispuestos a la ira. La investigación descubrió que las personas con TEI tienen menos integridad en la materia blanca del fascículo superior longitudinal, un área del cerebro que conecta al lóbulo frontal – asociado con las emociones y la toma de decisiones – con el lóbulo parietal, que procesa información sensorial.
Los resultados vienen de imágenes de resonancia magnética a 132 adultos: de los cuales 42 habían sido diagnosticados con TEI, 50 eran ‘controles psiquiátricos – es decir que tenían otros trastornos psiquiátricos pero no TEI – y 40 eran controles normales. Descubrieron que las personas con TEI y también los que tenían trastorno limítrofe de la personalidad (caracterizada por estados de ánimo extremadamente inestables), tenían malas conexiones cerebrales.
El reporte, publicado en el diario Neuropsychopharmacology, es otro ejemplo de déficits tangibles en los cerebros de las personas con TEI que indican que el comportamiento impulsivo agresivo no se trata simplemente de una ‘mala conducta’ sino un comportamiento con bases biológicas reales que puede ser estudiado y tratado.