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Dicen que el vínculo entre una madre y sus hijos es inexplicable y quizá esta historia te haga pensar más en ello, pues es tan increíble como hermosa y única.

Todo inició cuando Shelly Cawley y su esposo Jeremy descubrieron que serían padres. La joven pareja se había conocido en Concord, Carolina del Norte, mientras estudiaban la secundaria. En poco tiempo se hicieron novios y fueron inseparables por lo que a nadie sorprendió que se casaran al terminar la escuela. Tres meses después Shelly quedo embarazada de una hermosa niña... El saber que una pequeñita llegaría a su vida los llenaba de felicidad, el producto de su amor complementaría su vida de forma perfecta y finalmente cumplirían su gran sueño.



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Todo iba de maravilla, la felicidad no cabía en el pecho de aquellos primerizos padres: ropita de bebé, zapatos,la nueva pintura para el cuarto, cuna y decenas de juguetes comenzaron a llenar de alegría esa casa, hasta que finalmente llegó el momento. Cuando Shelly comenzó con los dolores de parto rápidamente partieron al hospital, en el camino ella siempre le decía a Jeremy que estaría bien y que en poco tiempo conocerían a su princesa... Aunque ella trataba de que su esposo mantuviera la calma y que la viera bien y sonriente como siempre había sido, diversas complicaciones por su presión hicieron que la joven fuera sometida a cesárea.


La niña nació y lloró de inmediato, era hermosa, tal y como su padre la había imaginado en sueños, pero todo se volvió caótico cuando Shelly cayó en coma. Lamentablemente un coágulo de sangre obstruyó arterias importantes del cuerpo de Shelly impidiendo que el oxígeno llegara a su cerebro. Todo era confuso, todos corrían, las miradas de los enfermeros se cruzaban desesperadamente, los médicos hacían todo lo que podían pero Shelly no respondía, sus ojos se cerraban y aquel ruido infernal de los aparatos anunciaban la muerte de una gran mujer, Jeremy sabía que su esposa estaba muriendo.

Aquel hombre sintió que su corazón se partía en dos; luego de mucho esperar al fin había escuchado el llanto de su hija, pero al mismo tiempo Jeremy estaba perdiendo al amor de su vida.



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Ya no había nada que hacer, los doctores estaban agotados de tantos intentos por revivir a Shelly y justo cuando todos bajaron la mirada y no hicieron más esfuerzos, Ashley Manus, una de las enfermeras que ayudó en la cesárea tuvo una idea "En varias ocasiones había leído que el contacto de una madre con su recién nacido era muy beneficioso para el bebé pero ¿qué tal si lo probabamos a la inversa?" aún con esperanza, Ashley tomó a la bebé entre sus brazos y con lágrimas en los ojos la puso sobre el pecho sin vida de su madre "Algo en el corazón me decía que al sentir el calor y el corazoncito de su bebita, Shelly regresaría, su lugar estaba aquí, con su hija, ella no podía dejarla". Jeremy se acercó también al cuerpo de su esposa y mientras lloraba como un niño abrazo a sus dos mujeres fuertemente... Unos minutos después la pequeña dio un enorme grito.


El monitor cardíaco incrementó su actividad, Shelly había vuelto a la vida. Nadie podía creerlo, los doctores estaban impresionados, Ashley se dejó caer de rodillas al sentirse ante la presencia de un milagro; Las lágrimas no paraban de brotar en los ojos de su esposo, la bebé había recuperado a su madre. Poco a poco los signos vitales de Shelly se restablecieron y una semana después por fin pudo sostener por primera vez a su hermosa bebé entre los brazos. “Miré a mi hija a los ojos y pensé que era el bebé más bonito del mundo”, mencionó Shelly al contar su experiencia, “Sé que todas las madres piensan lo mismo de sus hijos pero nosotras tuvimos una conexión especial después de todo lo que pasó, ella me devolvió la vida, ella es mi vida entera”.


Shelly insiste en que su hija salvó su vida pero ¿podría ser de otra manera? Después de todo un hijo es el único que sabe cómo suena el corazón de su madre desde su interior.

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