Debra Fry perdió a su hija de 15 años en junio de 2015. Después de sufrir durante dos años y medio intensos dolores de cabeza, falta extrema de sueño y recurrentes hemorragias nasales , terminó suicidándose.

Debra estaba convencida de que lo que su hija sufría hipersensibilidad electromagnética, una condición médica poco conocida y altamente cuestionada.

Desde entonces, Debra se dedica a reivindicar la visibilidad de una enfermedad que compara con la fibromialgia, que al principio también se negaba. “Hice todas las cosas que pude en mi calidad de profesional”, reconoce la madre de la fallecida. Pero huir del Wi-Fi hoy en día se antoja una tarea imposible.

Lo que popularmente ha sido llamado "alergia al Wi-Fi" es una enfermedad cuyos afectados comenzaron a aparecer con las primeras radios. Miles de personas han manifestado ser sensibles a síntomas provocados por las ondas emitidas. Y ahora, con la era de internet haciéndonos más y más proclives a utilizar todo tipo de ondas, la “enfermedad del Wi-Fi” se ha hecho un hueco entre una gran parte de la población.

Debra eliminó todo rastro de Wi-FI de su casa, pero en el instituto la joven Jenny sufría una proyección permanente a sus ondas. La madre intentó que la escuela substituyera la red inalámbrica por conexiones por cable. Pero el director presentó un informe en el que quedaba claro que la enfermedad no era real.

Los afectados repiten los mismos síntomas: graves dolores de cabeza, cansancio crónico, náuseas y muchas dificultades para dormir. Pero la ciencia insiste en negar la existencia de la enfermedad.

Ya en el año 2004, la doctora Lena Hillert, del Instituto Karolinska (Suecia) presentó un informe a la Organización Mundial de la Salud donde se argumentaba que no existían evidencias sobre la condición. Otro estudio más reciente explica que no se trata más que del Efecto Nocebo, por el cual puedes llegar a morir por creer que estás enfermo.

Por su parte, los científicos que sí creen en la enfermedad han intentado demostrarla una y otra vez. Sin embargo, ninguno ha tenido éxito. Tal y como explica el doctor David Carpenter, “ la enfermedad existe. Pero la pregunta que debemos hacer es ¿cómo convencer de ello a la comunidad científica?”.

Hace 10 años, Carpenter era totalmente escéptico al respecto, pero cambió de opinión tras el gran número de personas que llamaron a su puerta aduciendo que las ondas electromagnéticas les había cambiado la vida.

Están surgiendo comunidades de afectados en todo el mundo.
Ahora, los afectados de la supuesta enfermedad están comenzando a unirse. En todo el mundo, están surgiendo comunidades que luchan para frenar el avance de una tecnología imparable.

En Drôme, Francia, existe una “región de refugio para afectados” donde están prohibidos los emisores de radiación electromagnética.

También en Green Bank, Virginia (EEUU) muchos afectados se han trasladado a las inmediaciones del Observatorio Nacional de Radioastronomía, donde está prohibida cualquier onda de radio.

Y en Sudáfrica existe una granja completamente adaptada para que puedan vivir familias con personas afectadas.

Los científicos comienzan a dar su brazo a torcer.
No son pocas las víctimas de la enfermedad invisible. Y, ante tal oleada, los científicos están comenzando a dar su brazo a torcer e intentando hacer algo por ellos. Porque, como el escéptico doctor Rubin destaca: “Hemos gastado mucho tiempo y dinero probando si los campos electromagnéticos provocan estos síntomas, pero lo que no hemos hecho es averiguar cómo ayudar a estos pacientes”.




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