Las imágenes que más se repiten del delantero francés del Atleti son tres. Una, encarando la portería rival. La segunda es celebrando goles. La otra es enganchado a su mate, la bebida nacional de Uruguay. Grizi además es hincha de Peñarol de Montevideo y su casi perfecto español tiene un leve acento charrúa.
Pero, ¿por qué?
Para entenderlo nos tenemos que ir a Donosti, al verano de 2009. El entrenador de la Real Sociedad, el uruguayo Martín Lasarte, andaba peinando el mercado en busca de un delantero hasta que se dio cuenta de que lo tenía en casa. Era un francés rubio de apenas 1,75.
Al hoy nominado como Mejor Jugador de Europa le hizo debutar Lasarte en Anoeta con 18 años. Allí Griezmann compartía delantera con otro uruguayo con cicatrices de mil córners, Carlos Bueno. De Bueno y Lasarte el francés aprendió a rematar de cabeza y a preparar el termo, el agua caliente y la yerba.
En aquel periodo en Donosti, ellos -posteriormente se les sumaron otros uruguayos como Ifrán y Chory Castro- pasaban mucho tiempo juntos entre los entrenamientos y los partidos. El propio Lasarte ha reconocido que en la formación de este grupo de "extranjeros" influía el hecho de que los jugadores vascos de la Real, criados en la propia cantera de Zubieta, tenían unas sólidas raíces sociales, unos círculos afectivos en los que no era fácil penetrar. El manchego Diego Rivas era otro habitual del grupo.
Tanto se aficionó Griezmann a la bebida rioplatense que Lasarte, a la vuelta de un viaje a Uruguay, le trajo un set para que pudiera preparárselo él mismo. Una buena manera de entrarle al ritual: todo uruguayo sabe que el mate se ofrece, pero no se pide.
Bueno hizo a Griezmann de Peñarol de Montevideo. El uruguayo le enseñaba vídeos de la hinchada. El francés -acostumbrado a uno de los estadios más fríos y con mayor separación entre la grada y el césped de la Liga- alucinaba con las canciones incansables de la barra aurinegra.
Tanto se aficionó Griezmann a la bebida rioplatense que Lasarte, a la vuelta de un viaje a Uruguay, le trajo un set para que pudiera preparárselo él mismo. Una buena manera de entrarle al ritual: todo uruguayo sabe que el mate se ofrece, pero no se pide.
Bueno hizo a Griezmann de Peñarol de Montevideo. El uruguayo le enseñaba vídeos de la hinchada. El francés -acostumbrado a uno de los estadios más fríos y con mayor separación entre la grada y el césped de la Liga- alucinaba con las canciones incansables de la barra aurinegra.
Griezmann acabó cambiando Donosti por el sur de Madrid. Pero en el Calderón también había uruguayos. Primero fue el también exPeñarol Cebolla Rodríguez quien le adoptó, y ahora son Godín, Giménez y El Profe Ortega sus compañeros de bromas internas y mate.
Su atracción por Uruguay la retroalimenta el seguimiento que esta tiene en el país atlántico. Griezmann cantaba hace unos meses dale alegría a mi corazón, la Copa Libertadores es mi obsesión, la adaptación futbolera que la hinchada de Peñarol ha hecho de un tema de Fito Paez. Y desde el otro lado del charco le contestaban haciéndole su propia canción: Griezmanya.
Un dirigente de Peñarol ya quiere hacerle socio. No tiene mucho mérito predecir que, por qué no, dentro de unos años viaje a Uruguay.
De momento, le tenemos en Europa celebrando goles al grito de 'la concha de tu madre'. Vamo!
Su atracción por Uruguay la retroalimenta el seguimiento que esta tiene en el país atlántico. Griezmann cantaba hace unos meses dale alegría a mi corazón, la Copa Libertadores es mi obsesión, la adaptación futbolera que la hinchada de Peñarol ha hecho de un tema de Fito Paez. Y desde el otro lado del charco le contestaban haciéndole su propia canción: Griezmanya.
Un dirigente de Peñarol ya quiere hacerle socio. No tiene mucho mérito predecir que, por qué no, dentro de unos años viaje a Uruguay.
De momento, le tenemos en Europa celebrando goles al grito de 'la concha de tu madre'. Vamo!