Corrían los años 40 y el mundo se derrumbaba. La Segunda Guerra Mundial se encontraba en su máximo apogeo, las superpotencias luchaban entre ellas y los muertos se iban acumulando en las cunetas de medio mundo.Y mientras, los aliados y el Eje invertían sus esfuerzos en conseguir algo que podría cambiar el curso de la guerra para siempre. El bando que pudiera construir una bomba atómica sería el ganador de la contienda.
En agosto de 1939, el científico Albert Einstein ya advertía por carta al presidente Franklin Roosevelt del potencial del régimen de Adolf Hitler para desarrollar una bomba de uranio. Aquella misiva provocó que Estados Unidos y los nazis comenzaran una carrera a contrarreloj para hacerse con el control del metal más mortal de la tierra.
En agosto de 1939, el científico Albert Einstein ya advertía por carta al presidente Franklin Roosevelt del potencial del régimen de Adolf Hitler para desarrollar una bomba de uranio. Aquella misiva provocó que Estados Unidos y los nazis comenzaran una carrera a contrarreloj para hacerse con el control del metal más mortal de la tierra.
El uranio de la mayor parte del mundo era poco enriquecido, y por tanto inadecuado para construir las primeras bombas atómicas. Pero había una mina en un lugar remoto que, a través de un extraño fenómeno natural, contenía hasta un 75% de uranio. Una mina por la que lucharon en secreto los dos países durante los años 40.
El yacimiento de uranio de Shinkolobwe se encontraba en África, en el Congo Belga (actual República Democrática del Congo) y el riesgo de que los nazis transportaran el uranio fuera de la colonia belga era cada vez mayor.
Para prevenir esa posibilidad, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS por sus siglas en inglés), un servicio de inteligencia precursor de la CIA, estableció una estación de vigilancia permanente en el Congo.
La misión era tan secreta, que la mayor parte de los agentes implicados creyeron que estaban impidiendo el contrabando de diamantes. Solo unos pocos sabían lo que estaba pasando en realidad, aunque la mayoría de ellos desconocían el verdadero peligro del uranio. Entre estos valientes se encontraba Shirley Chidsey, una de las pocas mujeres de la OSS que llegaron a servir fuera de suelo estadounidense. Y esta es su extraordinaria historia.
La mujer que arrebató el uranio a los nazis
Shirley Chidsey era una mujer pequeña, de ojos grises y pelo castaño que creció en una casa en Swarthmore, Pennsylvania, donde era una habitual de las páginas de sociedad. Pero Shirley necesitaba en su agenda algo más que bailes, cócteles y actos benéficos aburridos.
Cuando terminó sus estudios en la Universidad de Columbia, esta mujer decidió saciar su apetito aventurero viajando por el mundo. Vivió tres años en Haití, tres meses en Hawaii, un mes en Francia, un mes en Alemania y visitó China. En 1935 se casó con el escritor Donald Barr Chidsey y se mudó a Tahití, pero su matrimonio no funcionó y la pareja se separó en 1940.
Chidsey volvió a Nueva York donde comenzó a trabajar en la revista Saturday Review of Literature. Cuando Estados Unidos entró en la guerra, se unió a la OSS en Nueva York como taquígrafa en lengua francesa.
La mayoría de las 26.000 mujeres que se unían a la OSS trabajaron de secretarias y solo un pequeño porcentaje de ellas -700 mujeres- consiguieron servir en el extranjero. Chidsey fue una de las más destacadas.
Las actitudes machistas en la oficina y el ansia de escapar de Estados Unidos hicieron que Shirley diera el paso y abandonara la OSS en cuanto tuvo oportunidad. En 1943 encontró un trabajo en el África ecuatorial francesa como transcriptora de la Radio Brazzaville, emisora dedicada a restransmitir propaganda a favor de la Francia Libre. Sin embargo, las cosas no funcionaron como debían y Shirley era infeliz en Brazzaville. Hasta que un día se presentó de nuevo la oportunidad de volver a la OSS.
Shirley conoció a Muelle Hogue, alias TETON, un ingeniero civil que estaba llevando a cabo una misión de alto secreto: mantener el uranio congoleño fuera de las manos de las potencias del Eje. La unidad estaba dirigida desde Washington por el director de la OSS, William "Wild Bill" Donovan, y Rud Boulton, director de la sección de África de la OSS.
Chidsey volvió a Nueva York donde comenzó a trabajar en la revista Saturday Review of Literature. Cuando Estados Unidos entró en la guerra, se unió a la OSS en Nueva York como taquígrafa en lengua francesa.
La mayoría de las 26.000 mujeres que se unían a la OSS trabajaron de secretarias y solo un pequeño porcentaje de ellas -700 mujeres- consiguieron servir en el extranjero. Chidsey fue una de las más destacadas.
Las actitudes machistas en la oficina y el ansia de escapar de Estados Unidos hicieron que Shirley diera el paso y abandonara la OSS en cuanto tuvo oportunidad. En 1943 encontró un trabajo en el África ecuatorial francesa como transcriptora de la Radio Brazzaville, emisora dedicada a restransmitir propaganda a favor de la Francia Libre. Sin embargo, las cosas no funcionaron como debían y Shirley era infeliz en Brazzaville. Hasta que un día se presentó de nuevo la oportunidad de volver a la OSS.
Shirley conoció a Muelle Hogue, alias TETON, un ingeniero civil que estaba llevando a cabo una misión de alto secreto: mantener el uranio congoleño fuera de las manos de las potencias del Eje. La unidad estaba dirigida desde Washington por el director de la OSS, William "Wild Bill" Donovan, y Rud Boulton, director de la sección de África de la OSS.
Adiós Shirley, hola Angella
Hogue le propuso a Shirley que se convirtiera en su asistente en la oficina de Léopoldville. Era perfecta: hablaba francés con fluidez y ya había trabajado anteriormente para la OSS. El director Rud Boulton no puso ningún problema ya que hasta entonces Hogue era el único representante de la agencia en el Congo.
En enero de 1944, Shirley Chidsey vuelve a trabajar para la OSS, esta vez para la sección africana. Su nombre en clave era ANGELLA y su número secreto 1080. La oficina de Leopoldville se transformó con la llegada de Chidsey. Hogue y ella formaban un buen equipo y las informaciones que enviaban a Washington eran de gran ayuda para la misión. En julio se une al equipo Henry Stehli, cuyo nombre en clave era LOCUS.
Los agentes de la OSS en el Congo usaron una serie de coberturas, como ornitólogos, naturalistas cazando gorilas vivos, importadores de seda o haciéndose pasar por ejecutivos de la compañía petrolera Texaco. Todo para evitar que el uranio llegara a manos de los nazis. Sin embargo, la misión empezó a complicarse. Algunos de los funcionarios belgas del Congo y de la Union Miniére cooperaron con los nazis para pasar mineral de contrabando y la tapadera de Hogue se descubrió.
Hogue sabía que su vida corría peligro y que los agentes nazis intentarían matarlo, por lo que estaba listo para entregar la oficina a Sethli en cualquier momento. Pero no había ningún problema ya que Shirley le apoyaría en todo lo que necesitara. “Angella sabe muy bien lo que contienen nuestros ficheros, y puede ser de ayuda en este sentido," le explicó a Sethli. "Su memoria es excelente en cuanto a los nombres de las personas a las que tenemos en los expedientes por lo que se puede ahorrar mucho tiempo”.
Cuando Hogue fue atacado con una pistola tuvo que huir y Stehli pasó a ser el jefe de la estación. Sin embargo, al poco tiempo se puso gravemente enfermo y también tuvo que abandonar el Congo. Así fue como Shirley Chidsey se convirtió en jefa de la estación. Desde el consulado de Estados Unidos siguió enviando informes al OSS y, tal como señalaba Boulton desde Whashington, la agente se estaba “convirtiendo rápidamente en una fuente competente”.
Y Alemania no llegó a lanzar la bomba atómica
Después de que Alemania se rindiera en 1945, las operaciones OSS en África se redujeron aunque se mantuvo la misión clandestina en el Congo. Hasta que, en septiembre de 1945, la agencia dejó el Congo tras el cierre de la oficina por parte de ANGELLA. Al poco, el presidente Truman abolió la OSS.
Angella volvió a ser Shirley Chidsey y abandonó el Congo en septiembre de 1947 tras dos años trabajando para el Grupo Central de Inteligencia, el grupo predecesor de la OSS. Se volvió a casar y trabajó como asistente editorial y como editora. Y nunca ella, ni Hogue, ni Stehli recibieron ningún tipo de reconocimiento por su valiente lucha.
Cuando Hogue fue atacado con una pistola tuvo que huir y Stehli pasó a ser el jefe de la estación. Sin embargo, al poco tiempo se puso gravemente enfermo y también tuvo que abandonar el Congo. Así fue como Shirley Chidsey se convirtió en jefa de la estación. Desde el consulado de Estados Unidos siguió enviando informes al OSS y, tal como señalaba Boulton desde Whashington, la agente se estaba “convirtiendo rápidamente en una fuente competente”.
Y Alemania no llegó a lanzar la bomba atómica
Después de que Alemania se rindiera en 1945, las operaciones OSS en África se redujeron aunque se mantuvo la misión clandestina en el Congo. Hasta que, en septiembre de 1945, la agencia dejó el Congo tras el cierre de la oficina por parte de ANGELLA. Al poco, el presidente Truman abolió la OSS.
Angella volvió a ser Shirley Chidsey y abandonó el Congo en septiembre de 1947 tras dos años trabajando para el Grupo Central de Inteligencia, el grupo predecesor de la OSS. Se volvió a casar y trabajó como asistente editorial y como editora. Y nunca ella, ni Hogue, ni Stehli recibieron ningún tipo de reconocimiento por su valiente lucha.