Willard Libby
Los que aman y defienden la ciencia, están acostumbrados a lidiar con esa otra clase de gente que se enloquece por las conspiraciones. A la mínima te sueltan que las farmaceúticas no están interesadas en curar el cáncer porque ganan mucho más vendiéndote remedios que no funcionan a precio de oro. También desconfían de forma crónica de los gobiernos, que almacenan tecnología extraterrestre en hangares secretos o que roban niños por las noches para hacer experimentos científicos malvados a costa del contribuyente, pero de espaldas a él.

Bien, pues resulta que en contadas ocasiones, estas leyendas urbanas son ciertas o al menos están basadas en hechos reales. Eso fue lo que pasó con la poderosa farmaceútica alemana Bayer, quien producía un medicamento para tratar la hemofilia que facilitaba la transmisión del SIDA. Cuando se descubrió este temible efecto secundario en occidente, se supone que Bayer debería haber destruido su stock, pero en lugar de hacer eso envió las remesas restantes (con un precio rebajado), a países de América Latina y Asia. Aquello provocó al menos un centenar de contagios del HIV en Hong Kong y Taiwan.

Sin embargo una conspiración mas perturbadora, basada en un hecho real, es la relacionada con el robo de bebés en Estados Unidos. Le debemos esta macabra (aunque científicamente efectiva) leyenda al doctor Willard Libby, quien en la década de los 50 deseaba estudiar: “la absorción de estroncio-90 en los tejidos humanos, principalmente en los huesos”.

Como a los humanos vivos no nos hace mucha gracia que se nos arranquen los huesos para investigar con ellos, Libby decidió que lo mejor era realizar su estudio con cadáveres, de modo que alrededor de 1955 inició un proyecto de recolección de cuerpos de bebés al que llamó “Proyecto Brillo Solar” (Project Sunshine), destinado a recabar pruebas sobre los niveles de este isótopo radioactivo presentes en nuestro cuerpo, y formados a raíz de las numerosas pruebas nucleares realizadas por todo el planeta.

Entre 1957 y 1978, Libby realizó para el gobierno de su país pruebas secretas con cadáveres de bebés recientemente fallecidos, enviando muestras para análisis (obtenidas sin consentimiento paterno) a laboratorios del Reino Unido y de los propios Estados Unidos. En muchas ocasiones las muestras de cadáveres infantiles se obtenían en países donde había “menos control”. ¿El resultado? En 1960 el doctor fue galardonado con el Premio Nóbel de química.

Ahora hasta va a ser verdad que los Illuminati viven entre nosotros…





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