El antequino macho pasa los primeros meses de su vida como cualquier ratón o musaraña de campo: correteando, comiendo y escondiéndose de los depredadores. Pero cuando se acerca el invierno austral este pequeño animal deja de buscar alimento, deja de protegerse contra el ambiente y de huir de los depredadores. Deja de lado casi todos los aspectos de su vida para enfocarse en sólo uno, el apareamiento.
Este ratón se aparea con todas las hembras que puede, una tras otra va buscándolas, de un lado a otro, en una labor completamente desenfrenada.
Su cuerpo entra en un modo de auto-sustento en el que las partes no esenciales de su cuerpo van siendo consumidas poco a poco para proporcionar la energía requerida para aparearse y su sistema inmune deja de funcionar para disponer así de más energía metabólica, durante dos meses el antequino macho no come ni duerme.
Al terminar el invierno el antequino macho, extenuado por su titánica labor de fornicar con decenas de hembras, simplemente muere de fatiga.

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