Una embarcación que se construye por la comunidad de individuos en apenas unos segundos y sin herramientas, que es capaz de reensamblarse y auto-repararse, que puede albergar a millones de pasajeros y permitirles sobrevivir durante meses hasta tocar tierra en un lugar seguro.
Uno de los procesos más curiosos de la formación de la balsa es la manera en que los individuos se ensamblan para formar una estructura, se aferran unas a otras utilizando una combinación de mandíbulas, garras y almohadillas adhesivas situadas en los extremos de sus patas.
Para entender por qué no se hunden estas construcciones hay que sumar una serie de circunstancias. En primer lugar, la capacidad del cuerpo de las hormigas para repeler el agua. Esto les permite capturar pequeñas burbujas de aire que le sirven para flotar y respirar. Por otro lado, aunque una hormiga es más densa que el agua, el conglomerado de individuos, con sus burbujitas atrapadas, resulta ser menos denso y por eso flota, aún cuando los investigadores - como veréis en las imágenes - empujen la balsa hacia abajo con un palito. Cuando esto sucede, las hormigas contraen sus músculos al unísono y comprimen la balsa y se pierde cierta flotabilidad, pero el conjunto sigue siendo lo suficientemente impermeable y poco denso como para no hundirse.