Se llama Glyzelle Palomar y tiene 12 años. Fue una niña de la calle y sus lágrimas y preguntas inspiraron el discurso que el pontífice improvisó durante el encuentro con los jóvenes en la universidad de Santo Tomas de Manila. Glyzelle se presentó ante el Papa acompañada de Jun Chura, otro ex niño de la calle de 14 años, quien leyó un conmovedor testimonio sobre la vida de los pequeños filipinos abandonados y que afrontan abusos, drogas y prostitución.
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