El Día Mundial de la Marioneta o Día Mundial del Títere se celebra anualmente con el objetivo de aumentar el conocimiento sobre las marionetas en otros ámbitos culturales. El día oficial es el 21 de marzo. El impulsor de la iniciativa fue el titiritero iraní Dzhivada Zolfagariho en el año 2000; en el año 2002 la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA) oficializó la fecha y el 21 de marzo de 2003 se celebró el primer Día Mundial de la Marioneta.

Marioneta (palabra usada a menudo para nombrar al conjunto de la familia de los títeres, nombre español del teatro de muñecos) es, en su definición más técnica e histórica, una figurilla hecha de diversos materiales (madera, pasta, trapo, metal, plástico, etc.) que manipulada gracias a un conjunto de hilos o cuerdas cobra movimiento. 

Está considerada por los profesionales, estudiosos y artesanos del ramo, el títere más difícil de manipular y con una de las técnicas más antiguas, teniendo su origen en la marioneta de barra y a pesar de que "como muñeco totalmente movido por hilos sólo aparece a partir del siglo XVIII"

La palabra marioneta es de origen francés. Queda noticia de que «marionette» se llamaba al clérigo (titiritero) que usando distintas voces, por lo general agudas, chillonas o en falsete (simulando ser femeninas), daba voz a los muñecos en representaciones religiosas donde aparecía la virgen María; del mismo modo, cuando aparecían personajes malvados y brutales usaba una voz grave pero igualmente falsa.

Por su parte, la palabra títere es onomatopéyica, y al parecer pudo tener su origen en el ti-ti que hacían los actores con el peculiar tono de voz que da el uso de la lengüeta o alguna otra especie de pito durante las representaciones. Así lo explicaba en 1611 Covarrubias en su valioso y curioso diccionario:
Títeres son ciertas figurillas que suelen traer extranjeros en unos retablos que, mostrando tan solamente el cuerpo de ellos, los gobiernan como si ellos mismos se moviesen, y los maestros que están dentro, detrás de un repostero y del castillo que tienen de madera, están silbando con unos pitos, que parecen hablar las mesmas figuras; y el intérprete que está acá fuera declara lo que quieren decir, y porque el pito suena "ti ti", se llaman títeres.

Sebastián de Covarrubias
La técnica de muñecos manipulados con hilos era común entre los griegos, que llamaban a esas figuritas neurospasta, palabra que viene a significar "objeto puesto en movimiento por hilos", expresando así su naturaleza. Aristóteles habla de ellos cuando dice que si "aquellos que hacen mover figuritas de madera tiran el hilo que corresponde a éste o al otro de sus miembros, éste obedece al momento, y se ve así cómo mueven la cabeza, los ojos, las manos, de modo que parece una persona viva". También, ya en la cultura romana, habla de ellos Horacio.

Los artistas que construían y manejaban los muñecos recibieron en España el nombre de titereros (así se lee en El Quijote) o titiriteros. Como otros cómicos de la legua actuaban por lo general al aire libre, en corrales, o en los interiores de los mesones. En el Siglo de Oro español la palabra titiritero amplió su campo semántico y empezó a aludir no sólo a los artistas de marionetas sino también a los saltimbanquis, acróbatas, prestidigitadores y volatineros. Ello produjo una serie de connotaciones negativas para el término "titiritero" que quedó asociado a aquellos que viven en los caminos y viven de sus diversas artes en el mundo de la farándula. 


También se les confundía o asimilaba en muchos casos con el charlatán. La figura del charlatán del siglo XVIII es un falso médico, con remedios falsos que lo curan todo. Encandilaban con su charla a los espectadores, tanto en espacios abiertos como en los salones donde eran invitados; estas personas tenían a gala el desprecio de los conocimientos antiguos y aseguraban que los suyos, más modernos, eran los que tenían valor. Eran profesionales de la palabra y con ella embaucaban y deslumbraban a su público. Hasta tal punto se apoderaron de la palabra títere que con ellos surgió la titeretería, el arte o la ciencia de los charlatanes.

Cervantes se refiere a esta forma teatral en dos ocasiones: en El retablo de las maravillas, entremés de 1615, y en los capítulos XXV y XXVI de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, publicada aquel mismo año.





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