Las alarmas comenzaron a sonar, tibias, tras el primer tráiler. Poco después, algunos paleontólogos manifestaron su frustración por la cantidad de imprecisiones e inexactitudes que contenía, lo que en realidad no es importante porque esto es entretenimiento y no ciencia. Pero hace 3 días, el último TV Spot de la película terminó de confirmar sospechas: hay algo que no pinta bien en Jurassic World.

Un anuncio para televisión que contiene, básicamente, escenas recicladas del tráiler. El tipo que mira hacia arriba, el dinosaurio que salta como un delfín y Chris Pratt con voz de atontado diciendo "Oh, dios mío, hay que evacuar el parque". El resultado final es tan... blando, tan poco inspirador que uno no puede menos que preguntarse qué as van a sacarse de la manga de aquí hasta julio para convencernos.

Y que nadie me malinterprete: no estoy absolutamente seguro de que vaya a ser un desastre de película. Pero tengo mis reservas. Demasiados detalles que, de algún modo, no acaban de encajar.

Quizá el principal problema es que la Jurassic Park original es una película que, 22 años después, sigue estando en plena forma. Igualarla fue un reto que ni el propio Spielberg consiguió con The Lost World. Mucho menos con el despropósito (palomitero, lo admito, y a mí me gusta) que fue Jurassic Park III.

Esto no. Por favor.
Pero ni en una ni en otra hay velociraptores corriendo al lado de un tipo en motocicleta a lo Santa Claus con sus renos. El parque no parece una versión jurásica de Sea World y, aunque probablemente sea la sensación más difícil de determinar, en toda la película falta esa "magia" que quizá sólo pertenezca a Spielberg.
Y sobre todo: durante gran parte de la película Jurassic Park enganchaba al espectador más por lo que no enseñaba que por lo que sí. Recordemos la película donde una vaca colgada de una grúa se hunde en la maleza para ser devorada por los velocirraptores. O la escena en la que el T-Rex persigue al coche reflejado en el espejo retrovisor (en lugar de hacerlo en un plano dedicado directamente).

Son medidas, quizá, nacidas de una época donde los requerimientos técnicos para poner a los dinosaurios en escena eran otros y hacía falta "camuflar" de alguna manera las limitaciones. Jurassic World en plena era del CGI digital peca de lo contrario: dinosaurios que saltan, corren, vuelan y casi bailan delante del espectador.

Dudo bastante que alguien abandone la sala de cine en junio pensando "Madre mía, qué bodrio acabo de ver", pero también dudo bastante que alguien lo haga con las mismas emociones que Spielberg logró sacar hace 20 años. Y es una lástima, porque llevaba dos décadas esperando.




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