Puede que el nombre The Fine Bros no te diga nada. Pero seguro que has visto alguno de sus vídeos. 

Los vídeos de “Kids React” (eso es, niños reaccionando ante cosas) son una de las series más populares de YouTube. Sus responsables son Benny y Rafi Fine, dos hermanos que abrieron su canal en 2007 y hoy controlan un pequeño imperio youtubero compuesto por series como Emo Dad, Lyric Breakdown, Spoilers o las distintas variantes de React. Sus vídeos han sido vistos más de 3.500 millones de veces y su canal principal tiene casi casi 14 millones de suscriptores.

El casi, en este caso, es importante; hace solo unos días, superaban esa cifra holgadamente. En una semana, sin embargo, han perdido cerca de medio millón de seguidores. En este enlace puedes ver en tiempo real el ritmo del descenso (o aumento)  de sus seguidores.

¿El motivo? Querer un trozo demasiado grande del pastel.
El pasado martes 26 de enero, Benny y Rafi Fine anunciaron la creación de React World. A grandes rasgos, la iniciativa consistía en permitir que cualquier persona pudiera crear sus propios vídeos de React. Previo pago de una licencia, ellos les cederían el formato, los logos, el diseño y darían promoción. A cambio, se quedarían con un porcentaje de los beneficios generados por el contenido.

Básicamente, se trataba de convertir el formato de reacciones en una franquicia, como McDonalds o Gran Hermano, para que pudiera hacerse en otros países e idiomas.

Lo presentaron, retórica buenrollista mediante, como una manera de “crear contenido juntos”, una oportunidad para que cualquiera pudiera hacer vídeos de ese tipo “de una manera totalmente legal” y formar así parte de una “nueva y excitante comunidad global”.

El problema es que los vídeos de reacciones existen desde antes de que Benny y Rafi empezaran a hacer los suyos. YouTube está plagado de ellos. Puedes encontrar a cualquier tipo de persona reaccionando a cualquier cosa que puedas imaginar (favorito personal: BigQuint reaccionando a canciones y discos de hip-hop). Intentar registrar un formato como este es como pretender registrar los monólogos en televisión. Es demasiado genérico como para que requiera una licencia de ningún tipo.

El contragolpe fue inmediato. Twitter se llenó de bromas y sus vídeos recibieron un aluvión de comentarios y votos negativos. Una idea torpe, además de una presentación demasiado confusa de la misma, bastó para que los tipos que hacían reír a medio YouTube se convirtieran en los peores villanos de Internet.

Pero, ¿realmente hay para tanto?
Para entenderlo, primero hay que aclarar qué querían hacer exactamente.

Cualquier que sepa algo de las leyes de propiedad intelectual sabe que registrar “reacción” como marca es absurdo, ya que sería especialmente complicado de defender en un hipotético juicio. Pero eso es justamente lo que querían hacer, en este caso para su uso en vídeos online. Aunque poseer esta marca no podría impedir que otros youtubers hicieran vídeos de reacciones, sí les daría la posibilidad de eliminar aquellos vídeos que ellos considerasen que se parecían demasiado a los suyos.

Ellos aseguraron que no lo harían. Pero la gente tiene dos argumentos de peso para no fiarse de su palabra:

1) Anteriormente, los Fine Bros ya habían reaccionado de forma agresiva ante casos de supuesta “copia” de su formato. En una ocasión pidieron a sus seguidores que inundaran la página de Facebook del programa de Ellen Degeneres con amenazas por considerar que les habían “robado” la idea. En otra reprendieron públicamente a Buzzfeed vía Twitter por la misma razón.

2) Además, los Fine Bros ya han eliminado vídeos de forma inapropiada. Para ello se aprovecharon de un permiso obtenido de YouTube que les permite borrar vídeos por su cuenta de forma unilateral. YouTube da este privilegio a un reducido grupo de creadores de contenido para que puedan eliminar aquellos vídeos que violen su propiedad intelectual. El problema es que Fine Bros lo utilizaron para descolgar un vídeo paródico sobre ellos.



Intentaron arreglar la “confusión” con otro vídeo, alegando que nadie había entendido lo que querían hacer (lo cual era cierto). Pero todavía fue peor. La cuestión de la propiedad intelectual es compleja y ni si quiera ellos mismos parecían entenderla demasiado. Resultado: la gente lo interpretó como un intento de justificar que tener que pagar para utilizar un formato genérico iba a ser beneficioso para todos. Lo cual resulta absurdo, como poco.

A estas alturas, la oleada hater era imparable. Su canal empezó a perder suscriptores a razón de decenas de miles de seguidores por hora. Una situación insostenible que se resolvió este martes cuando los hermanos Fine anunciaron que tiraban para atrás el proyecto React World. Lo hicieron a través de un post en Medium donde pedían disculpas por haber “construido un sistema que fácilmente podía utilizarse de manera equivocada”.

Además de eso, anunciaron que rescindían todas las patentes y marcas asociadas a sus formatos. “La preocupación de que marcas registradas como estas podrían usarse para, teóricamente, darle poder a compañías (incluida la nuestra) para controlar y perseguir vídeo online es una inquietud válida, y aunque podemos asegurar que nuestras intenciones son puras, no hay manera de que podamos demostrarlo”, escriben.

Llegados a este punto, es lícito cuestionarse las implicaciones de este caso. Algunos lo considerarán como una prueba de la capacidad de Internet para unirse en defensa de la libertad. Para otros, será una demostración más de cómo la “masa enfurecida” de la red puede aprovechar una excusa cualquiera para dedicarse a destruir gratuitamente algo o alguien con lo que no comulgan.

Probablemente haya un poco de ambas. En ciertos sectores de la red, el odio a los Fine Bros viene de lejos, al considerarlos tipos avariciosos y sedientos de poder dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para sacar rendimiento económico de YouTube. Irónicamente, estos haters han iniciado una nueva clase de vídeos de reacciones: el de YouTubers enojados reaccionando a la propuesta de React World.

Puede parecer una caza de brujas exagerada, pero la polémica ha estallado en un momento especialmente sensible. Cada vez hay más youtubers en pie de guerra por lo que consideran un progresivo recorte de las libertades en la plataforma. Lo que empezó siendo una página en blanco para creadores anónimos se ha ido acotando por resoluciones como la DMCA o herramientas como Content ID. Lo que iba a representar la alternativa al viejo orden del contenido audiovisual está cada vez más controlado por grandes grupos mediáticos y aquellos que emulan sus prácticas.

Uno de las mejores vídeos de reacción sobre el caso es de un pez animado llamado Merlin, quien resume de forma excelente el por qué del desprecio que ha generado una propuesta como React World: “Todo, desde vuestra manera de actuar hasta vuestra terminología es 100% fría cual corporación de Hollywood. No eres distinto solo porque digas 'comunidad' constantemente y lleves camisas de cuadros”.

En este sentido, el caso Fine Bros habría sido la gota que ha colmado la paciencia de todos aquellos que denuncian prácticas abusivas por parte de YouTube. 



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