Pero Mani Barney tenía un miedo. Temía que su universidad se enterara de la violación. Temía ser castigada por haber sido violada.
Un mes después, estaba sentada en una de las oficinas de su universidad con un abogado. "Hemos recibido un informe policial en el que a) parece que has sido violada y b) parece que has violado el código de honor", le dijeron.
Mani Barney era alumna de la Brigham Young University, una universidad mormona cuyo código dice que en una violación la culpable es la violada que, directamente, ha perdido todo su honor. Puede parecer mentira pero en pleno siglo XXI, en EEUU, hay universidades que protegen al violador y no a la víctima.
A Barney le dijeron que ya no podía acudir a más clases, que ya no era bienvenida en la institución a la que había ido su padre, sus tías, sus tíos y sus primos. La institución que las familias más devotas consideran el Harvard eclesiástico.
Sin embargo, Barney no se quedó de brazos cruzados. Luchó contra el ridículo código y ayudó a muchos otros sobrevivientes de violaciones a contar sus historias.
La indignación pública no tardó en llegar.
La cultura de la violación sigue imperando en muchos lugares del país. Esta misma semana conocíamos la decisión judicial de Oklahoma, que no considera abuso forzar a una persona incapacitada por el alcohol a tener sexo oral.
También hace poco, el precandidato republicano John Kasich aconsejó a una estudiante preocupada por las violaciones "no ir a fiestas donde hay una gran cantidad de alcohol".
La tendencia de considerar culpables de las violaciones a las drogas, al alcohol o a la propia víctima sigue presente en muchos imaginarios sociales.
El culpable de la violación de Barney, Nasiru Seidu, sigue libre bajo fianza. Durante el juicio, la muchacha presentó un documento policial con detalles acerca de su violación y el posterior examen médico.
Sin embargo, la universidad utilizó el mismo informe para investigar si se había violado el código de honor según el cual los estudiantes no pueden invitar a miembros del sexo opuesto a sus habitaciones y deben comportarse de forma casta, vestirse modestamente, no tomar drogas y asistir a los servicios religiosos.
"No estoy atacando a la universidad... No estoy diciendo que deben eliminar todo el código de honor. Solo tienen que añadir una pequeña cláusula que es de sentido común", ha declarado Barney.
Esa cláusula consistiría en conceder a las víctimas de abuso sexual inmunidad de las investigaciones de código de honor, para que puedan denunciar los crímenes sin temor a represalias que pueden resultar muy costosas para sus familias.
La lucha de Barney se ha convertido ya en una causa internacional que busca recoger 120.000 firmas online a favor de cambiar el "código de honor". Muchas otras mujeres que habían sido violadas en años anteriores y sufrieron represalias han apoyado su iniciativa.