15 años después del 11-S, un billón de dólares gastados en seguridad y varias guerras en Oriente Medio después, ¿qué es lo que ha cambiado? ¿viven los estadounidenses ahora en un país más seguro?
Estas son las preguntas que se ha planteado el periodista Steven Brill, periodista de The Atlantic, que publica ahora el artículo más completo realizado hasta ahora sobre la seguridad interna de EEUU.
Durante más de una década, el país ha intentado superar su vulnerabilidad a través de programas que aumentaban la seguridad, al mismo tiempo que reducían la libertad y privacidad de sus ciudadanos. Policías que viajan de paisano en aviones, cámaras en los lugares más emblemáticos o enormes colas en los controles de seguridad han asegurado el país, pero no han evitado por completo la total amenaza.
Es prácticamente imposible que ahora EEUU viva un ataque como el del 11S pero la matanza en masa ya no atrae a los terroristas. Desde que el enemigo de América dejó de ser Al Qaeda y se transformó en el ISIS, el terrorismo que ya creíamos global se hizo universal, omnipresente, interno.
Además de los ataques de los lobos solitarios, ahora hay un tema que preocupa aún más al Gobierno estadounidense: la existencia de las llamadas "bombas sucias". En marzo de 2002, Joe Biden, entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, acudió a una conferencia realizada por Henry Kelly, presidente de la Federación de Científicos Estadounidenses.
Kelly usó un estudio recién sacado del horno para describir una situación apocalíptica que se podría dar en el país en cualquier momento. El estudio explicaba lo que podría pasar si una bomba convencional se mezclara con una pequeña cantidad de cesio-137, el mismo material radiactivo que rodea la "zona" de Chernóbil.
El resultado de la mezcla es lo que se conoce como una "bomba sucia". Su explosión puede matar a muy pocas personas pero el área de contaminación que crea tiene un alto nivel de residuos tóxicos que exigirían una adecuada limpieza en el momento y la evacuación inmediata de la población.
Es decir, una bomba sucia es una especie de bomba atómica low cost a la que cualquier terrorista podría tener acceso. Los hospitales o industrias están llenos de material radiológico mal almacenado, con unas medidas de seguridad deficientes. No cuesta nada robar un poquito para crear una gran catástrofe.
En la conferencia, Kelly le explicaba a Biden que si una bomba de estas características estallara en el barrio de Capitolio, donde se emplaza la Casa Blanca, la zona contaminada cubriría 40 bloques de la ciudad incluyendo el Tribunal Supremo, la Biblioteca del Congreso y el propio Capitolio. Estos edificios tendrían que ser abandonados durante décadas.
Además, si no se detecta que se trata de una bomba sucia, unas 10.000 personas morirían de cáncer a largo plazo por no haber sido evacuadas y la zona descontaminada. El material radiactivo tiene además una capacidad sobrenatural para adherirse al cemento lo que significa que muchas carreteras, aceras y edificios tendrían que ser destruidas. Y todo por una pequeña bomba sucia.
Los efectos son tan catastróficos que muchos expertos se sorprenden de por qué un ataque de estas características no ha sucedido de momento. "Los ingredientes para fabricar una se encuentran en decenas de miles de fuentes radiológicas situadas en más de 100 países de todo el mundo", asegura un informe de la Nuclear Threat Initiative (NTI).
Pero no solo eso, las fuentes radiológicas están al alcance de la mano, muchas de ellas guardadas en maletines con candados de un todo a cien. EEUU está reforzando ahora las medidas de seguridad de estos materiales con el trabajo de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear y la Comisión Reguladora Nuclear.
Pero el material también puede entrar en el país escondido en los contenedores de los buques de carga. Según Brill, solo un 3% de los contenedores pasan por un escáner. Si la fuente radiológica está escondida en una caja de plomo ni siquiera el escáner la detectaría.
Otro dato espeluznante más: entre 2013 y 2014 se reportaron 325 casos de material nuclear o radiológico robado en EEUU. Y eso solo fueron los denunciados.
En Europa, tras los atentados de París y Bruselas se intensificó la seguridad en las centrales nucleares por el miedo de un robo de material radiactivo. Desde hace años existe la teoría de que el ISIS está haciendo todo lo posible por conseguir el secreto de la bomba atómica.
Y parece que todo es una cuestión de tiempo.