«Mary Poppins»

Las pegas de P. L. Travers a ver convertida su obra más famosa, «Mary Poppins», en una película fueron tan sonadas que dieron pie a una película, «Al encuentro de Mr. Banks», estrenada el año pasado. Filme que dulcificaba el descontento que le produjo a la escritora australiana la adaptación de la primera entrega de su serie sobre la mágica niñera. No le convencía que fuera un musical, le molestó que se suavizaran los rasgos más severos de Poppins y, especialmente, odió que se utilizará la animación, intercalada con los personajes reales (precisamente lo que hizo tan especial la película). «Al encuentro de Mr. Banks» deja flotando en el aire la sensación de que Travers acabó relativamente contenta, cuando la realidad fue que se aseguró de que la compañía del ratón Mickey no pudiera llevar a la gran pantalla el resto de las historias de Poppins.

«V de Vendetta», «Watchmen», «Desde el infierno»

No hay autor que muestre mayor rechazo y desprecio hacia las adaptaciones de sus obras que Alan Moore. Ninguna de las versiones de sus aclamadas novelas gráficas ha colmado sus expectativas, de ahí que decidiera que, directamente, su nombre no apareciera en los títulos de crédito. Lo que viene siendo cortar por lo sano. Considera Moore que las películas que han tomado como base su material («V de Vendetta», «Watchmen», «Desde el infierno») han mutilado el rico y complejo subtexto de sus trabajos, sus múltiples referencias. En este capítulo de descontentos, Moore se lleva la palma.

«El resplandor»

A Stanley Kubrick se le rebelaron varios autores por el tratamiento, muy personal, que hizo de sus obras. Famoso es el caso de «El resplandor», que disgustó sobre manera al prolífico autor de terror Stephen King. Sus principales pegas, que el personaje de Jack estuviera mucho más desquiciado en la película y el tratamiento, misógino a sus ojos, de la mujer, que para King se vio reducida a una pobre criatura que solo chilla y huye despavorida (y ahí no le falta razón). Viendo el filme, una obra maestra, se pueden entender las pegas pero es imposible no admirar el resultado.

«La naranja mecánica»

De nuevo Kubrick. Y aquí el autor, Anthony Burgess, padre de «La naranja mecánica», fue más allá. Aseguró, después de ver la película, que se arrepentía de haber escrito el libro. ¿El motivo? Consideró que el genial cineasta había cogido su material y lo había convertido en una glorificación de la violencia. El público, que ha mitificado la cinta desde su estreno en 1971, no estuvo de acuerdo.

«Forrest Gump»

«No dejes que nadie haga jamás una película sobre la historia de tu vida». Con estas palabras se desahogó Winston Broom al escribir la secuela de «Forrest Gump». Había quedado seriamente escaldado. Descontento, por una parte, al ver que el guion omitía aspectos que consideraba cruciales de la trama, entre otros cambios. Y engañado al incumplir los productores el acuerdo por el que debía recibir el 3% de los beneficios, al aducir que no existían tales una vez descontados los costes de producción y marketing.

«Charlie y la fábrica de chocolate»

Nunca sabremos qué habría dicho Roald Dahl si hubiera vivido para ver la versión de «Charlie y la fábrica de chocolate» que hicieron al alimón Tim Burton y Johnny Depp. Pero es más que probable, casi se puede asegurar sin temor a equivocarse, que le hubiera provocado una úlcera. Ahí está el precedente de «Un mundo de fantasía» (increíble el título que recibió en España), donde Gene Wilder encarnó a Willy Wonka de una forma que enervó a Dahl. Este se aseguró de que la secuela, «Charlie y el gran ascensor de cristal», no corriera la misma suerte.

«El último viaje de Robert Rylands»

A los tribunales llegó la disputa entre Javier Marías y los Querejeta, Elías y Gracia, por «El último viaje de Robert Rylands», filme que adaptó la novela «Todas las almas». El escritor consideraba que su obra, basada en los años que pasó dando clases en la Universidad de Oxford, quedaba completamente desfigurada en la pantalla. Le dieron la razón los tribunales, con sentencias que obligaban a retirar su nombre del filme y a indemnizarle.

«La historia interminable»

Teniendo en cuenta que afirmó que «habían cambiado totalmente el sentido de la historia», es fácil deducir que a Michael Ende no le gustó un pelo la versión para el cine de «La historia interminable», a la que fustigó por considerar que era un «larguísimo melodrama de kitsch, comercialidad, felpa y plástico». Aunque tiene sus detractores, el filme es un clásico con una legión de fans incondicionales. Como los tiene también la estupenda novela.

«American Psycho»

El escritor Bret Easton Ellis lo tiene claro: «No creía que debiera convertirse en una película». Nunca ocultó su rechazo a la adaptación de «American Psycho», que consideraba demasiado obvia, a diferencia de la novela, que hizo deliberadamente ambigua. A su juicio, el problema radicaba en la naturaleza de su obra, concebida para ser leída, y jamás para mostrarse en una pantalla. En su diatriba, llegó a lamentar que el filme lo dirigiera una mujer... Sin comentarios.

«Desayuno con diamantes»

La más icónica de las películas de Audrey Hepburn molestó al autor del libro en el que se basaba... por culpa de Audrey Hepburn. A Truman Capote le disgustó lo que hicieron con «Desayuno con diamantes» y culpó al reparto. La leyenda asegura que pretendía interpretar al héroe masculino, que recayó finalmente en George Peppard. Quizás con este dato en mente se comprenda mejor su rechazo.




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