¡Menos mal! La ciencia ha llegado una vez más para salvarnos, esta vez de morir ahogados entre tantos carteles y tazas con mensajes positivos y promesas algo cuestionables que nos urgen a ser felices y sonreír hasta en sueños.

Resulta que ser demasiado positivos puede convertirse en un obstáculo a la hora de conseguir nuestros objetivos. Sin embargo, un poco de pesimismo puede ayudarnos a acercarnos a ellos.

Gabriele Oettingen, una psicóloga alemana que ha estado estudiando el optimismo desde los años ochenta, observó en 1991 a unas mujeres en un programa de pérdida de peso. Los resultados fueron sorprendentes: al contrario de lo que cabría pensar, las que al principio del proceso pensaban que sería difícil y no lo conseguirían acabaron perdiendo de media 10 kilos más que las que se mostraron optimistas.

Después de observar a muchos grupos de personas distintos intentar conseguir sus objetivos, concluyó que el pensamiento positivo no ayudaba realmente a la gente a cumplir sus objetivos. Hacía que la gente se perdiera en fantasías de futuro más que concentrarse en esforzarse para conseguir lo que deseaban y, además, no tenían motivación. 

La doctora considera que a la hora de enfrentarse a un reto, lo mejor es seguir el siguiente proceso:
  • 1. Primero piensa en lo que deseas.
  • 2. Luego en los resultados que quieres obtener concretamente.
  • 3. Entonces, identifica todo aquello que te impide conseguirlo: sentimientos, hábitos...
  • 4. Y, por último, elabora un plan. Piensa en obstáculos que podrían presentarsete y en cómo podrías solucionarlos.
Pero, sobre todo, no te pierdas en ensoñaciones positivas pase lo que pase.




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