La hemeroteca de The Philadelphia Inquirer (el principal diario de Filadelfia) recoge la noticia-rumor de que Stallone contacta con Kubrick para que dirija Poe (1989): ¡GRACIAS, NO! - El tema candente de Hollywood es que el director Stanley Kubrick recibió una petición personal de Sylvester Stallone para dirigirlo como protagonista de un guión biográfico de Edgar Allan Poe escrito por el propio Stallone. Kubrick leyó el guión y lo calificó de «excelente». Pero pasó de dirigir la película porque sentía que no estaba lo suficiente «en la calle».
Treinta años después, Sylvester Stallone confiesa reescribir el guión cada cierto tiempo adaptándolo según el actor del momento que parezca adecuado: Viggo Mortensen, Robert Downey Jr., Johnny Depp… Cuenta al periodista de Empire Online:
«No dejo de decirle a mi productor Avi Lerner: “Hagamos Edgar Allan Poe!” Él dice: “¿Tiene una pistola?” No, él no tiene una pistola. “¿Puede lanzar un cuchillo?” Yo digo: No, él escribe poesía!»
«No tiene una pistola [...] ¡escribe poesía!», hermoso alegato a favor de la poesía, un arma cargada de palabras. Stallone es un poeta por conocer, también un humanista, a pesar de las balas, como reconoce el Festival de Cine de Venecia cuando concede en 2009 a Stallone el premio Jaeger-LeCoultre Gloria para el Cineasta. La nota de prensa del Festival señala que «Stallone ha explorado las zonas más claras y las más oscuras del llamado sueño americano» y que «muestra ternura también cuando corre la sangre».
La decisión del Festival de Venecia irrita a cierta clase intelectual que despotrica contra el jurado en periódicos y blogs.
En una comida de autodenominados intelectuales cabreados con Venecia y Stallone, alguien dijo: «A mi me gusta Stallone», y se hace el silencio. Quien habla había mostrado en otras ocasiones su entusiasmo por Mi noche con Maud y El rayo verde, películas poco asequibles para el gran público.
Quien realmente ama el cine no está ceñido a un género o un tipo de película, de la misma manera que el verdadero amante del buen comer prueba toda clase de platos. El cinéfilo encuentra en cada película un motivo de gozo físico o intelectual, una reflexión o una evasión. Disfrutar por distintos motivos con Stallone y Rohmer.
El denostado por mal leído Robert Mckee que desmenuza con pasión las películas de Ingmar Bergman, escribe que el Rambo de Acorralado es un ejemplo de personaje atractivo como residuo del Vietnam. Luego denosta que se convierta en una máquina de matar en las entregas sucesivas, cayendo así en un cliché. Acertado análisis.
Pocos como Stallone para retratar —ya como guionista, ya como director— a los perdedores apenas utilizando un puñado de palabras. Él sabe lo que cuesta conseguir las cosas; él que comienza en el porno para pagar las clases de arte dramático. Rocky y Rambo son —cada uno en su primera aparición— perdedores: el boxeador busca un sentido a su vida; el soldado un lugar en el mundo. Lo que viene después, puro negocio. Un negocio que convierte a Stallone en una marca.
Avi Lerner, el productor, teme que Poe desgaste la marca Sylvester Stallone, aunque quede oculto tras la cámara, de la misma manera que Universal teme que Kaleidoscope destruya la marca Hitchcock.
La marca es la culpable de que sobre Stallone pese una amnesia colectiva (que incluye a profesionales del cine y la televisión). Una desmemoria que impide al público asumir que el actor también es guionista y director de cine. Por esto, él mismo se encarga de recordarlo en cuanto tiene una oportunidad: «Soy un escritor más que un actor y un director más que un actor».
La fijación de Stallone por Poe lo coloca de alguna manera en el grupo de directores de cine malditos, aunque por una película no terminada ni siquiera comenzada. Stallone explica así su obsesión: «Lo que más me fascina de Poe es que era un iconoclasta. Es una historia para cada hombre o mujer joven que se vea fuera de la caja o haya sido condenado al ostracismo durante su vida como un bicho raro o sea visto como demasiado excéntrico para la sociedad».
Stallone es ese bicho raro: aborrecido por los intelectuales, encajonado por las productoras y el público, pasto de chistes fáciles e incapaz de encontrar financiación para un proyecto personal. A pesar de todo, Sylvester Stallone no se da por derrotado y trabaja con fuerzas e ilusión por dar cuerpo a Poe, como su alter ego Rocky Balboa que se alimenta de las derrotas para volver a levantarse.