Violeta es una de esas mujeres que nunca pasan desapercibidas cuando entra en una habitación. Cuando dice que tiene cuarenta años a todo el mundo le cuesta un poco creerlo. Siempre ha trabajado de cara al público y se nota: transmite seguridad y confianza. Si ella misma no comentase los pequeños gestos que la delatan nadie imaginaría el problema que Violeta ha estado callando desde niña. "Sin darme cuenta todavía pego los brazos al cuerpo cuando estoy hablando con alguien".
Hasta hace poco tiempo Violeta padecía hiperhidrosis, un problema de sudoración excesiva que suele afectar a áreas localizadas del cuerpo. Principalmente las axilas, las manos, la cara o los pies. Aunque no tenga consecuencias graves para la salud, la hiperhidrosis genera una incomodidad e inseguridad a quien la padece que puede condicionar enormemente su autoestima y vida social. "Lo peor no es la enfermedad, es que enfocas tu vida alrededor de ella. La gente a lo mejor ni lo nota. La preocupación es tuya".
Violeta ya no tiene que pasar por el hotel a pegarse una ducha antes de una reunión de trabajo. Ni tiene que perder el tiempo eligiendo con cuidado qué ropa ponerse para evitar que el chico con el que ha quedado para cenar note sus marcas de sudor. Ya no hay colores ni tejidos prohibidos.
A pesar de que antes del tratamiento la hiperhidrosis le haya pasado malas pasadas, Violeta habla de su experiencia sin dramas: "Para mí el sitio más cómodo en el que estar era el gimnasio. Como allí todo el mundo suda no me tenía que preocupar" explicaba riendo.
Y su caso no es algo aislado. Para las personas con hiperhidrosis convivir con ello en secreto tiende a ser lo habitual. "De no haber empezado con el tratamiento no se lo habría explicado a mi pareja" confesaba Carlota. "Hubiese seguido viviendo con el problema de forma que pudiera llevarlo lo más escondido posible". A sus 29 años llevaba media vida conviviendo con esta dolencia que, en la mayoría de ocasiones, empieza a suponer un inconveniente durante la adolescencia.
En una sociedad en la que escondemos sistemáticamente todos nuestros olores corporales no es fácil convivir con una patología que puede identificarse como signo de falta de higiene. Sudar demasiado se ve como algo incómodo o sucio, pero no como una enfermedad.
"Aunque para mí fuese un problema me daba miedo que la gente lo viese como algo meramente estético, superficial" nos explicaba Carlota. La hiperhidrosis no solo es una patología real, sino que afecta a muchísima más gente de la que imaginaríamos. Se calcula que el 3% de la población la padece. Echando la vista atrás Marc, un joven deportista de éxito, se lamentaba de todas esas chicas con las que nunca llegó a hablar por la inseguridad que sentía. "En un instante podía pasar de ser el tío más seguro del mundo a sentirme muy pequeño".
En casi todas las historias hay detalles que se repiten. Las personas con las que hablamos nos explicaban que se habían acostumbrado a llevar siempre un "kit de supervivencia" encima. Ninguno de ellos salía de casa sin su desodorante, sus toallitas y su muda limpia. Marta, una estudiante de medicina de 20 años, nos contaba que ella procuraba llevarlo con sentido del humor, pero la paranoia que había generado hacia el tema la llevaba a comportarse de forma extraña. "Si salía de fiesta y llevaba un bolso pequeño prefería llevar encima el desodorante a la cartera".
Es cierto que las personas que tienen este problema tienden a ocultarlo. Violeta, por ejemplo, asumió que era una característica personal suya y nunca trató de buscar ayuda profesional. Y, de haberla buscado, tampoco hubiese encontrado muchas soluciones.
Carlota pasó por varios tratamientos inútiles con cremas y compuestos químicos que le preparaban en la farmacia. A Mario, un empresario de 40 años, su dermatólogo ni tan si quiera le había explicado a ciencia cierta qué era lo que le sucedía. Simplemente le recetaba desodorantes que cada vez resultaban más agresivos para su piel. Los tratamientos más eficientes hasta el momento o eran temporales, como el botox, o conllevaban riesgos serios, como la cirugía.
Resulta curioso que, habiendo tanta gente que sufre esta enfermedad, hasta el año pasado no hubiera ningún centro especializado en tratarla. Clínica Liberty, en Barcelona, ha sido el primero en ofrecer un tratamiento que acaba con la hiperhidrosis sin procedimientos invasivos y de por vida. "El cambio en mi autoestima ha sido brutal" decía Marta, "Hace relativamente poco que me he hecho el tratamiento, pero el cambio es tan abismal que se me han olvidado la mitad de las cosas por las que he pasado".
Violeta sigue sorprendida "Lo que no me imaginaba es cómo el tratamiento iba a cambiar mi forma de pensar. Hasta que no lo hice no me di cuenta de hasta qué punto esto condicionaba mi vida". No era consciente del peso que estaba cargando hasta que por fin se ha librado de él.