En un ambiente extraño, suspendido sólo por el aire y que no se encuentra bajo nuestro control, no es extraño que nos sintamos un poco ansiosos.
La ansiedad y la mayoría de las fobias pueden entenderse, desde una perspectiva psicológica, al ponernos en los zapatos del otro. Pensándolo bien, volar dentro de un tubo de fino metal que solamente está sostenido por la presión de aire y la furiosa energía de motores que lo impulsan por miles de kilómetros por encima de la tierra es, ciertamente, una ansiedad bastante comprensible, así lo publica The Conversation.
La ansiedad es una estrategia de supervivencia necesaria en el mundo de incertidumbres en el que vivimos. Por ejemplo, los ruidos fuertes pueden ser señal de peligro y los animales de todas formas y tamaños pueden representar una amenaza. Los niños, por razones obvias de supervivencia, se ponen nerviosos ante estímulos nuevos e inusuales.
A medida que crecemos, aprendemos que existen otros peligros, como los peligrosos rayos solares o los microscópicos organismos que viven en nuestra piel. De vez en cuando, experimentamos acontecimientos que aumentan nuestros miedos; pero también, las respuestas emocionales y físicas a los estímulos pueden hacer suframos una serie de situaciones estresantes.
No obstante, las ansiedades y las fobias son explicables, son cuestiones significativas y sus consecuencias son entendibles, aunque no necesariamente proporcionales, para darle sentido a un situación que está ocurriendo.
Disponibilidad heurística
Además de reaccionar simplemente a los estímulos físicos de los viajes en avión, la gente hace juicios sobre su situación cuando tienen preocupaciones acerca de volar y evalúan la probabilidad de la seguridad. Así que cuando hay tragedias importantes, como los ataques a las Torres Gemelas o los accidentes de Malasya Airlines, no es de extrañar que los temores de los pasajeros se agraven.
Esto se debe, en parte, a lo que se llama "disponibilidad heurística", descrita como el impacto que tienen los juicios de valor sobre cosas importantes en la vida a partir de criterios no fiables de diversas situaciones en lugar de deducciones lógicas detalladas.
Si nos pasáramos nuestra vida recolectando datos necesarios para tomar decisiones y realizando una análisis riguroso y preciso de dichos datos, nunca decidiríamos nada. Así, que en lugar de eso, vivimos a partir de simples y rápidas deducciones.
Las cosas que hemos visto u de las que hemos oído hablar recientemente tienden a ser consideradas como comunes o más probables (aunque eso no sea estadísticamente cierto). Otro ejemplo de esto es cuando nos enteramos de que ha habido un crimen de alto perfil; entonces, nuestros temores se incrementan y pensamos que podríamos ser víctimas de la delincuencia, a pesar de que estos delitos deben ocurrir sobre una base bastante regular e incluso, sepamos que el riesgo es bajo.
Los vuelos, de por sí son una actividad generadora de estrés, pero una sucesión de grandes tragedias significa que la ansiedad se acentuará de forma natural. Así, somos más conscientes de los peligros de viajar en avión, los riesgos están más presentes en nuestra conciencia y por ende, nos ponemos más nerviosos.
Pensar lentamente
Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? El psicólogo Daniel Kahneman aconseja pensar lentamente; es decir, ser conscientes de que tenemos la tendencia a utilizar estas rápidas formas de pensamiento y analizar los errores que estamos cometiendo al dejarnos llevar por nuestras especulaciones. Debemos, dar un paso atrás en nuestro proceso mental y buscar la manera más objetiva de analizar las probabilidades de algo malo suceda.
Estadística y objetivamente, el transporte aéreo es muy seguro. Es más probable que tengamos un accidente automovilístico yendo al aeropuerto que en un incidente relacionado con el vuelo en sí. No obstante, teniendo en cuenta las circunstancias recientes, debemos recordar revisar que nuestra ruta de vuelo no atraviese territorios internacionales de guerra.
Pero ya en el aire, todos los ruidos y los incidentes pueden desencadenar la ansiedad. Un zumbido o sonidos de la maquinaria, como los alerones o las ruedas retráctiles, pueden ponernos nerviosos de inmediato. Sin embargo, cuando esto sucede tenemos que recordar reducir la velocidad de nuestros pensamientos; y en lugar de hacer una conjetura innecesaria, debemos recordar que el golpe que acabamos de escuchar es tan sólo el sonido que produce el tren de aterrizaje. Incluso, algunas personas al dejarse llevar por su imaginación podrían pensar que un "sonidito" de alerta significa que algo muy grave está sucediendo cuando lo más probable es que sólo sea la alarma del microondas donde la tripulación está calentando la comida.
