Dicen que hacer sonreír es lo más importante a la hora de conquistar a otra persona.

Si esto es cierto, se entendería perfectamente por qué hay gente que no tiene a nadie al lado. Hacer sonreír sin que haya cortesía de por medio es muy, muy, muy difícil. De hecho, para algunas personas es imposible.

Otras lo hacen casi sin querer, como estos cómicos recopilados junto a alguno de sus mejores chistes por The Telegraph.

"El doctor me dijo que tenía doble personalidad y que eran 82 dólares. Le di 41, el otro tipo ya le daría el resto" (Jerry Lewis)

El humor que logra su objetivo suele mimetizarse con aquello a lo que aspira provocar: la sonrisa. Se convierte en algo escurridizo. Como intentar coger un pez vivo. Hablamos de esas situaciones en las que una persona suelta ese tipo de frase que tu cerebro tarda en procesar como mínimo un segundo.

Una vez procesado el chiste, el éxito del humor rara vez se mide en carcajadas. Pocas veces las grandes risotadas corresponden a méritos específicamente humorísticos. En este sentido, podríamos hablar aquí de alcohol, drogas o sugestiones varias, pero volvamos al humor. Ese humor que se mide en el levantamiento de una comisura del labio. Como si alguien estuviese tirando de ella desde arriba con un hilo.

"¿Quién descubrió que podríamos sacar leche de las vacas y... sobre todo: ¿qué pretendía hacer cuando lo descubrió?" (Billy Connolly)

En otras ocasiones, basta un pequeño escape de saliva por la boca. "Se me ha salido el café por la nariz" también suele ser sinónimo infalible de "win" humorístico.

Los grandes cómicos de la historia habitualmente han sido aquellos que tenían cosas que contar pero que además sabían hacerlo. Todos conocemos personas que pueden contar la situación más graciosa del mundo y provocar ganas de meterte en la cama hasta el próximo eclipse solar. Es este un don invertido que ningún cómico que se precie puede tener.

"Es una tontería que los videojuegos afecten a la educación. Si eso fuera cierto, la generación del Pac-man estaría en habitaciones oscuras comiendo pastillas bajo una música electrónica repetitiva" (Marcus Brigstocke)

Las armas más comunes del humor son la chispa y la velocidad. El humor clásico se basaba en réplicas y contrarréplicas entre personajes. El humorista solía ser una especie de boxeador verbal demoledor.

"Mi suegra me dijo que cuando yo muriera bailaría sobre mi tumba. ¡Que me entierren bajo el mar!" (Les Dawson)

Hay veces en que basta una deslocalización, un trastoque espacial. Por ejemplo, cualquier frase no muy protocolaria pronunciada en un funeral o en una consulta médica tiende a puntuar alta.

"Cuando muera, quiero irme en paz, como mi padre, durmiendo. No gritando como los pasajeros que llevaba en su coche" (Bob Monkhouse)

Mezclada con el poder de lo no-dicho, un chiste con esas coordenadas puede quedarse anidando felizmente en nuestro cerebro.

"Antes que nada, las buenas noticias: va usted a poner nombre a una enfermedad" (Steve Martin)

La muerte impone, vale, pero no debe ser un tabú para hacer humor. Los mejores cómicos lo han comprendido desde siempre. Una frase punzante sobre un tema especialmente trascendente es algo tan serio que no podemos dejar de considerarlo humor.

"Hace unos años, teníamos a Johnny Cash, Bob Hope y Steve Jobs. Ahora no tenemos Cash (dinero), Hope (esperanza) ni Jobs (trabajo). Por favor, que Kevin Bacon no se muera" (Bill Murray)

La sonrisa —o la risa— se mueve bien en los cruces de caminos. Por un lado,la denotación, el significado objetivo de las palabras y las frases totalmente lógicas pueden ser carne de chufla, por supuesto.

"Solo porque nadie se queje no significa que todos los paracaídas sean perfectos" (Benny Hill)

Por otro lado, el absurdo es como un buffet libre para todo aquel cómico que se precie. La semántica, correctamente dominada, puede ser una enorme aliada para el cómico.

"Fui a un restaurante que hacía el desayuno en cualquier momento. Pedí que me hicieran una tostada durante el Renacimiento" (Peter Kay)

El humor, por supuesto, es un arma política de primer orden. La reapropiación de significados y la incongruencia social, es decir un cambio inesperado en aquello que se da culturalmente por hecho, son elementos básicos del humor transgresor.

"¿Sabes cuántos hombres salen a por leche y ya no vuelven a casa? Pues no los suficientes" (Jenny Eclair)

A veces, un chiste puede esconder ideas tremendamente conversacionales, expresadas con gracia y sobre todo en poco tiempo.

"Cualquiera puede tener confianza con un montón de pelo en la cabeza. Cuidado con un calvo que confía en sí mismo: ahí está todo" (Larry David)

Y sobre todo recuerda que en el humor no hay ídolos que valgan.

"Solo tengo que llegar a los 34 y ya seré mejor que Jesucristo en algo: vivir" (Sarah Millican)

En el fondo, ser gracioso podría ser fácil porque no puedes hacer nada al respecto: o lo eres o no lo eres.





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