Terminado el horror de la Segunda Guerra Mundial, la gente tenía miedo de la bomba atómica (y eso que los soviéticos todavía no habían desarrollado su bomba de hidrógeno, 3.800 veces más potente que la de Hiroshima). En 1950, el estado de Nueva York mandó a imprimir un millón de copias de este folleto.
 
Lo recuperamos a través de un usuario de Reddit, y éste de su abuela. Algunos de los capítulos del folleto son: “Qué hacer en un ataque aéreo”, “Radiación”, “Primeros auxilios” y “Señales de alarma de ataque aéreo”. Se podía comprar con la revista LIFE por 10 centavos.

En 1950 calculaban así los efectos de una bomba atómica: 1) en un radio de media milla todo quedará completamente devastado y será improbable sobrevivir si no estás bajo suelo; 2) en el área de media milla a una milla, todos los edificios que no sean de hormigón o tengan una estructura de acero sufrirán graves daños o quedarán destruidos, pero la radiación se vería reducida; y 3) finalmente, desde la milla hasta la milla y media, la radiación no sería un problema, pero sí los escombros que vuelan por la explosión.

Una década más tarde, con una bomba termonuclear de 100 megatones, el rango de los tres niveles de daños sería muchísimo mayor: 1) de 6,1 kilómetros, 2) de 32,6 kilómetros y 3) de 73,7 kilómetros —con quemaduras de tercer grado por la radiación térmica.

Lo más alucinante del folleto son estas tres páginas con algunos consejos que pueden parecer ridículos: protegerse con la chaqueta o detrás de un árbol, restregarse bien en la ducha después de la explosión para quitarte las particulas radioactivas de la piel, ponerte un pañuelo en la cara para no inhalar la niebla de una explosión atómica en el agua.

La realidad es que no hay mucho tiempo de reacción, sobre todo si te toca cerca de la zona cero. Cualquier protección (especialmente una estructura robusta) puede protegerte de la onda expansiva, de los restos que han salido disparados e incluso de la radiación.




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